Entrevistando al novelista argentino Manuel Puig (1932-1990), autor de novelas tan conocidas como Boquitas pintadas, La traición de Rita Hayworth y, sobre todo, El beso de la mujer araña, adaptada al cine en 1985 con Raúl Juliá y William Hurt, que obtuvo un Óscar por su interpretación del preso Molina.

 

05. LA ENTREVISTA TEMÁTICA. OBJETIVO, ESTRUCTURA Y RECURSOS: El mapa básico del conocimiento

Nuestras certezas son escasas, nuestras dudas infinitas. Sobre certezas no tiene sentido preguntar, nos preguntamos sobre todo aquello que es incierto, que no está claro —el futuro, por ejemplo, el futuro insoluble de la Humanidad entera— asuntos en los que hay discrepancia, controversia o conflicto, cuestiones sobre las que hay opiniones encontradas o hipótesis diversas o adversas, problemas que no sabemos como explicar o afrontar o resolver, temas en definitiva —por eso hablamos de entrevista temática, sin más pretensión que señalarla— sobre los que queremos arrojar un poco de luz: ¿Será posible la paz en el Cercano Oriente? ¿Cómo? ¿La política es corrupta por naturaleza?  ¿Tenemos los políticos que nos merecemos? ¿La familia es algo del pasado, anacrónico? ¿Las religiones son el odio de los pueblos? ¿Qué sentido tiene una monarquía, si es que tiene alguno? ¿Por qué no legalizamos las drogas? ¿Qué drogas? ¿O prohibimos el tabaco y el alcohol? ¿Las NT son buenas o son un peligro? ¿En qué consiste la felicidad? ¿El progreso conduce a la libertad? ¿Cómo superar una decepción, un fracaso, una muerte? Y podríamos seguir así páginas y más páginas, porque nuestras vidas son un océano de interrogantes que vamos resolviendo en parte con preguntas, en parte con tropiezos o trompazos, pero solo en parte. Y si cuando algo nos duele o perdemos el ánimo buscamos a alguien que sepa algo sobre dolencias o desánimos —un cardiólogo, una psiquiatra: un experto en definitiva— para que nos dé un diagnóstico, y sobre todo un remedio o por lo menos un consejo, pues del mismo modo los medios interpelan a personas más o menos expertas sobre todos aquellos asuntos que nos afectan o nos conciernen a fin de conocerlos mejor, de explicarlos o desenredarlos con sus análisis, sus pronósticos y sus argumentos. Eso nos ayudará a formar nuestra opinión y, si es el caso, nos dará razones para tomar una decisión o rechazar una propuesta.

Hay dos caminos que llevan a la entrevista temática, la persona o el tema, o sea, la ocasión o el pretexto: o porque tenemos la rara oportunidad de hablar con un reconocido experto sobre lo que sea que excepcionalmente está en nuestro país para no sé que congreso o reunión, por ejemplo, y no vamos a desaprovechar la ocasión de preguntarle sobre los aspectos más relevantes o controvertidos de ese asunto del que es una autoridad mundial, el calentamiento global, pongamos, o porque no sé qué suceso de actualidad se nos presenta como pretexto o motivo para abordar a fondo esa cuestión recurrente, y por eso si hoy mueren dos personas a manos de sus parejas, es probable que eso nos conduzca a buscar a un experto sobre violencia de género —una socióloga, un antropólogo, por ejemplo—para preguntarle sobre causas, pronósticos y remedios para ese drama incesante y tremendo. O es la oportunidad, o es la actualidad, pero en ambos casos se trata de una entrevista temática: con nuestras preguntas a un experto, nuestro objetivo no es otro que explorar y esclarecer las zonas oscuras y conflictivas o desconocidas de ese problema que nos afecta y nos preocupa.

Lo habitual en estas entrevistas es recurrir a expertos, es decir, personas a quienes se les reconoce cierta autoridad sobre determinado tema, que se supone que saben mucho sobre el asunto. En el caso de expertos, la autoridad sobre el tema, que puede ser más o menos compartida o discutida, es de orden intelectual: son sus estudios, sus trabajos, sus libros, su experiencia, sus cargos, sus premios…, lo que da un determinado crédito a cualquier profesional. Pero aparte de la autoridad intelectual de los expertos, está también la autoridad administrativa de los cargos de gobierno —dicho así en general—, susceptibles igualmente de ser objeto de una entrevista temática en la medida que son gestores y responsables políticos de asuntos públicos, aunque en estos casos parece inevitable que la entrevista desemboque en preguntas de orden informativo. Podemos entrevistar, por ejemplo, a la ministra de Educación y preguntarle un montón de cosas sobre la Universidad Pública —¿Le parece que la Universidad Pública está en exceso masificada? ¿Diría que su principal problema es la burocracia o la falta de autoridad? ¿La figura del funcionario, no le parece anacrónica, insana? ¿El Plan Bolonia, se puso en marcha en el peor momento? ¿El plan Bolonia está condenado al fracaso? ¿Todo el mundo tiene derecho a estudiar en la Universidad, sea cual sea su talento?, etcétera—, pero después de estas preguntas de orden temático, parecerá no solo razonable sino necesario preguntarle qué piensa hacer en relación con estas cuestiones: ¿Va a haber una nueva Ley de la función Pública? ¿Piensa modificar los criterios para obtención de becas? ¿Aumentará los recursos para becas el próximo curso? A veces concurren los dos tipos de autoridad, intelectual y administrativa, o viceversa, en una misma persona: puede suceder, por ejemplo, que un prestigioso oncólogo sea director de un hospital, o consejero de salud o ministro de sanidad. En casos así, habrá que tener en cuenta a quien preguntamos, si al médico o al ministro, y quien de los dos nos responde, porque puede ocurrir que preguntemos al ministro y nos responda el médico, o viceversa.

Hay todavía un tercer perfil de entrevistado que, por lo menos en apariencia, se ajusta a los criterios de la entrevista de personaje, pero que en última instancia, por su sentido de ejemplo o de ilustración, encaja con los objetivos de la entrevista temática. Son aquellas entrevistas en las que sobre todo buscamos el testimonio y la experiencia de alguien que ha vivido y padecido el tema en sus propias carnes, o en alguien cercano: con motivo de una nueva oleada de pateras que cruzan el Estrecho, yo podría entrevistar a un experto en migraciones o al ministro del Interior que condecora a la Virgen del Amor, pero también podría entrevistar a una persona que ahora mismo o en otro momento pasó por ese mismo drama, para que nos cuente qué miseria le impulsó a irse, de qué mafias fue víctima, qué peligros y qué miedos pasó, cómo se las ingenió para sobrevivir, si volvería a repetirlo o qué aconsejaría a los que ahora mismo piensan en seguir sus pasos. Si quisiera hacer una entrevista temática sobre el Alzheimer, podría preguntar a un experto o a un cargo de la administración sanitaria, por ejemplo, pero del mismo modo podría recurrir a alguien que padece de cerca el amargo extravío sin fin del enfermo. En ambos casos, no buscamos tanto conocer su vida y su manera de ser y pensar al modo de las entrevistas de personaje, sino sobre todo su testimonio como ejemplo vivo de esa desgracia, sus reflexiones desde dentro mismo del problema, y en definitiva se trata de acercarnos al tema —las migraciones o el Alzheimer, en este caso— no desde el análisis del experto o las previsiones de la administración, sino desde la experiencia humana. Podría darse el caso que en la persona entrevistada concurrieran a la vez los tres perfiles: prestigiosa oncóloga con cargo en el gobierno y que ha padecido o padece un cáncer de mama, por ejemplo.

             5.1 El mapa básico del conocimiento

Tema aparte, la calidad y el interés de cualquier entrevista temática dependerá de la competencia intelectual y la capacidad expresiva de la persona entrevistada, y de lo pertinentes y acertadas que sean nuestras preguntas. No es posible hacer ninguna buena entrevista si no la preparamos a conciencia, esto es, si no hacemos un trabajo de documentación selectivo, riguroso, apropiado, y si luego no procesamos bien toda esa información recogida a fin de determinar los puntos críticos del tema que queremos abordar. Y en la preparación, nos puede servir de ayuda tener en cuenta lo que yo llamo el mapa básico del conocimiento, que se asienta en el eje del tiempo —presente, pasado y futuro—, y explora cualquier asunto como un proceso que tiene un origen y sigue su curso en una dirección u otra. Conocer cualquier tema en profundidad implica, en primer lugar, y en relación con el presente, saber qué sentido tiene, qué significado contextual podemos darle: ¿La nueva invasión de Gaza significa el fin de cualquier esperanza? ¿Los buenos datos del paro suponen el principio del fin de la crisis? ¿La consulta soberanista de Catalunya representa un desafío a España? ¿La renuncia del monarca es sólo un intento desesperado de salvar a la monarquía? Luego, con nuestras preguntas podemos retroceder hacia el pasado para examinar las causas o para determinar responsabilidades y culpas, o podemos encaminarnos hacia el futuro, para prever consecuencias, plantear hipótesis preventivas y proponer medidas.

En síntesis, el mapa del conocimiento que puede orientar nuestras preguntas pivota alrededor de tres ejes: en primer lugar, la valoración: ¿Qué sentido o valor contextual tiene algo que ha ocurrido? ¿Qué significa en tales circunstancias lo que ha sucedido? Luego, la explicación y las explicaciones: ¿Cuáles pueden ser las causas de ese problema y cuáles no? ¿Quiénes son sus responsables o sus cómplices o sus tontos útiles? ¿De quién es la culpa? ¿Qué sanciones merecen, si las merecen? Y finalmente, la interpretación y la prospección: ¿Qué puede ocurrir ahora? ¿Qué consecuencias puede tener este hecho? ¿Cómo prevenirlas o atenuarlas? ¿Qué medidas sería razonable tomar, y cuáles resultarían contraproducentes?

             5.2 Estuctura de la introducción

Una entrevista cualquiera tiene dos componentes básicos, la introducción o presentación y la entrevista propiamente dicha, o sea, la secuencia de preguntas y respuestas. En la entrevista escrita además habrá que pensar en la titulación, algo que no tendrá sentido si es audiovisual, aunque en la red puede darse el caso de una entrevista temática audiovisual que en la página de inicio esté además titulada como si fuera una entrevista escrita, o incluso puede que sean piezas mutimedia, escritas y audiovisuales a la vez.  ¿Y qué estructura ha de tener esa introducción o presentación de la entrevista temática? Tanto si la entrevista es escrita, en papel o virtual, como si es audiovisual, la estructura de esa introducción o presentación será sustancialmente la misma porque en cualquier medio su función es idéntica: desentrañar con nuestras preguntas a alguien con autoridad intelectual o administrativa los aspectos oscuros, críticos, dudosos, conflictivos… de cualquier asunto que nos interesa o preocupa. En cualquier medio, la estructura viene determinada por el objetivo mismo de la entrevista: el tema. Entonces, ¿qué elementos debe tener y en qué orden esa introducción o presentación? Pues dos: la presentación del tema y la presentación de la persona que vamos a entrevistar, y en este orden, porque el objetivo de la entrevista es el tema que vamos a abordar. Y es razonable que sea así, porque si queremos que la gente nos lea, escuche o vea, en primer término habrá que explicarles qué les ofrecemos en esa entrevista, qué asunto de interés vamos examinar, qué interrogantes queremos aclarar; y luego, una vez justificada la entrevista, presentamos al entrevistado: ojo, no se trata ni de redactar ni de leer un resumen biográfico, ni una lista de títulos ni de cargos ni de milagros, sino decir quién es y qué cosas —las más importantes— le acreditan como experto en el tema que vamos a abordar.

¿Y cómo presentamos el tema de la entrevista? A menudo, se tiende a presentar de un modo digamos genérico, abstracto, teórico, algo que a mi me parece un error. Pensemos, ¿qué pretendemos con la presentación del tema? Pues eso, claro, presentar el tema, exponer y explicar a nuestro auditorio qué queremos abordar, cuáles son nuestros objetivos. Pero esto se puede resolver de un modo impersonal, frío, indiferente, o se puede hacer de una manera atractiva, persuasiva. Sobra decir qué es preferible y mejor. Porque el objetivo inmediato de esa presentación no es solo presentar el tema, sino atrapar a la audiencia, hacerle ver y entender que eso que le presentamos no es algo ajeno, extraño, lejano, sino todo lo contrario, algo próximo, que le afecta y le interesa. Y por lo menos hemos de evitar a toda costa que ese arranque de la entrevista aleje al lector, oyente o espectador, porque una vez pase página o cambie de frecuencia y programa, ¡adiós, ya le hemos perdido! La solución parece fácil, cuando menos en teoría, para ese arranque de la introducción: que en vez de ajena o lejana, la presentación resulte cercana, en vez de genérica o vaga, concreta, en lugar de impersonal o fría, humana.

En definitiva, se trata de humanizar ese comienzo, de ponerle rostro, nombre, ojos si hace falta, sin caer, porque no se trata de eso, claro está, en el sensacionalismo, en la pornografía de las emociones, en la tramposa conmoción. Recurrir a la anécdota, al caso concreto, al ejemplo ilustrativo, siempre puede ser una buena solución, porque no es lo mismo explicar que en el último año más de 5000 jóvenes universitarios se han ido al extranjero a buscar trabajo de lo que sea, que contar, por ejemplo, que Diego, un joven de 27 años, de Asturias, con un Grado en Ingeniería Agrícola y un Máster en Mejora Genética Animal, después de tres años en el paro, se fue a Oklahoma (Estados Unidos), donde trabaja de mozo en una granja de terneros Angus por apenas 1200$ al mes. Y no es lo mismo decir que el año pasado hubo más de 2000 denuncias por violencia machista de jóvenes menores de 20 años, que explicar, por ejemplo, que Sara, una chica canaria de 18 años, apenas sale de casa des de hace semanas; su novio la pegaba y la humillaba por cualquier chorrada —bofetones, gritos, escupitajos, algún que otro puñetazo—, era muy celoso, pero ella no decía nada, por miedo y por vergüenza, hasta que hace un par de meses, por casualidad, su madre la oyó llorar en el baño: tenía hasta doce quemaduras de cigarrillo en los pechos.

Eso sería solo el arranque, la captatio benevolentiae de la retórica latina, la primera de las tres partes que propongo —a modo de orientación y nunca como plantilla o receta o fórmula—  como estructura básica de esa presentación del tema. Luego, tras ese primer plano ilustrativo, humano y persuasivo de la captatio, sería oportuno darle vuelo al asunto, apuntar sus datos más significativos, de señalar su gravedad y su magnitud, su importancia y su contexto: Sara es una de las casi 2000 chicas adolescentes que el año pasado fueron víctimas de malos tratos por sus parejas y lo denunciaron; unos datos que no hacen más que crecer —el año antes fueron unas 1500— y que, según un reciente informe del Instituto de la Mujer apenas representa un 30% de los casos que se producen.

Algo así, más o menos. Y finalmente para concluir, me parece un buen consejo y un buen cierre terminar la presentación con dos o tres preguntas que si están bien pensadas van a ser tremendamente útiles para todos: para el periodista, porque le van a obligar a definir los objetivos centrales de la entrevista; para el entrevistado, porque conocerá cuáles son los intereses y el sentido de las preguntas que ahora mismo le van a hacer; para la audiencia, porque en apenas cuatro líneas o en veinte segundos entenderá qué le propone y ofrece la entrevista: ¿La violencia de género entre jóvenes, es por falta de autoridad o falla la educación? ¿Cómo se explica que en pleno siglo XXI persistan en tantos jóvenes esas relaciones de dominio psicológico y sumisión propias de una sociedad machista? ¿Las Nuevas Tecnologías van a agravar aún más el problema? Por ejemplo. La presentación del tema —primera parte de la introducción—, pues, podría ser algo así en prensa escrita:

Sara, una chica canaria de 18 años, apenas sale de casa desde hace semanas; su novio la pegaba y la humillaba por cualquier chorrada —bofetones, gritos, escupitajos, algún que otro puñetazo—, era muy celoso, pero ella nunca dijo nada, por miedo y por vergüenza, hasta que hace un par de meses, por casualidad, su madre la oyó llorar en el baño: tenía hasta doce quemaduras de cigarrillo en los pechos. Sara es una de las casi 2000 chicas adolescentes que el año pasado fueron víctimas de malos tratos por sus parejas; unos datos que no hacen más que crecer —el año antes fueron unas 1500— y que, según un reciente informe del Instituto de la Mujer, apenas representa un 30% de los casos que se producen, la mayoría de los cuales no llegan a denunciarse nunca. ¿La violencia de género entre jóvenes, es por falta de autoridad o falla la educación? ¿Cómo se explica que en pleno siglo XXI persistan en tantos jóvenes esas relaciones de dominio psicológico y de sumisión propias de una sociedad machista? ¿Las Nuevas Tecnologías van a agravar aún más el problema?

             Y terminada la exposición del tema, hay que presentar a la persona que vamos a entrevistar, que podría ser más o menos así: Y para desvelar las claves de esta creciente violencia machista entre jóvenes, tenemos hoy entre nosotros a Aránzazu Márquez, doctora en Psicología Social, asesora de la Comisión de la OMS sobre la Igualdad de Géneros, y directora desde enero del Instituto Andaluz de la Mujer. Buenos días, doctora Márquez, gracias por aceptar nuestra invitación. Dígame señora Márquez, ¿hay un perfil cultural, económico o social definido del joven maltratador, o es un tipo de conducta transversal, que se da tanto entre jóvenes ‘ninis’ como en universitarios? Esto podría ser la presentación básica para una entrevista audiovisual, que tanto si es en directo como en diferido, tiene lugar en un tiempo real, y que por tanto exige las condiciones de oralidad y cortesía propias de cualquier conversación pública, y de ahí los saludos y agradecimientos. En cambio, en una entrevista temática escrita, lo mismo da en papel o en pantalla, esas circunstancias físicas de tiempo y espacio se diluyen en un lugar conceptual y atemporal, donde resultaría extraña cualquier muestra de relación personal —de cortesía, por ejemplo— más allá de la secuencia de preguntas y respuestas. O sea, que en una entrevista temática escrita no habrá ni saludos al principio ni gracias o despedidas al final: tras la última respuesta, punto final. Por lo tanto, la presentación de la entrevistada que hemos expuesto antes, habría que modificarla así, por ejemplo:

Aránzazu Márquez es doctora en Psicología Social, asesora de la Comisión de la OMS sobre la Igualdad de Géneros, y directora desde enero del Instituto Andaluz de la Mujer. La doctora Márquez lamenta que haya “tantos hombres que aún necesiten construir su identidad a partir del dominio y de la posesión sobre la mujer”, y en este sentido recuerda que el 25% de las mujeres atendidas en el Centro para la Igualdad de la Junta eran menores de 22 años, cuatro puntos más que el año anterior.

—¿Hay un perfil cultural, económico o social definido del joven maltratador, o es un tipo de conducta transversal, que se da tanto entre jóvenes ‘ninis’ como en universitarios?

            Adviértanse los cambios más significativos, además de haber eliminado todo lo que supone arraigo en un lugar y en un tiempo. Hemos añadido a su presentación unas declaraciones, que pueden pertenecer a nuestra entrevista o ser anteriores. Si la entrevista fuera audiovisual, esas declaraciones solo podrían ser anteriores, claro, porque la entrevista todavía no ha empezado. Además, si antes la primera pregunta podía estar integrada o por lo menos enlazada a la presentación, aquí se formula aparte y tras el guión de diálogo habitual.

Una entrevista temática audiovisual no tiene título, a no ser que sea un título de programa, de sección o de tema —entrevista sobre el calentamiento global—, pero no un titular propio de la entrevista, porque ni siquiera ha empezado. Claro que en la red casi nada es imposible y casi todo puede suceder, incluso encontrar buenas entrevistas. En cambio, la entrevista temática escrita, de papel o virtual, da igual, siempre va titulada y lo normal es que ese titular, fotos aparte, conste de dos elementos: el nombre y el cargo o título más representativo de esa persona en relación con el tema, y luego, entrecomillada, una de sus declaraciones, la que nos parezca más significativa, o destacada, y que forma parte de sus respuestas. En el ejemplo de antes, podría ser algo así:

Aránzazu Márquez, directora del Instituto Andaluz de la Mujer
“Me sorprende que roles machistas del pasado se repitan en gente muy joven, adolescentes que recurren fácilmente a la violencia psíquica y física en sus relaciones”

            O algo así. Bien, una vez explicada con detalle y con ejemplos la estructura de la introducción, quizá sea el momento de ver no qué preguntas podríamos formular sino qué tipo de preguntas deberíamos evitar, o bien porque son lo que llamo preguntas ilegítimas —de hecho no hay pregunta—, o bien porque son la antesala de un respuesta interminable. Si uno es periodista y pregunta es porque quiere saber algo, pero no se puede ni preguntar todo, ni tampoco no preguntar nada. Por ejemplo, preguntas como ¿Cuáles son las causas de la actual crisis económica?, ¿Cómo se puede regenerar la política?, ¿Cuáles son los problemas de Europa?, ¿Cuál es el futuro del periodismo?, constituyen casi siempre un error, o porqué el entrevistado responderá con una obviedad o una vaguedad —las causas son muchas y complejas; cambiándola de arriba abajo; el futuro es complicado; un futuro oscuro casi negro, por ejemplo—, y en ambos casos resultan insuficientes, insatisfactorias, o porque preguntas así —preguntas libro—pueden desencadenar un largo, inacabable monólogo del entrevistado, sobre todo si tiene ganas de hablar. En este caso, si nuestro experto tiene un discurso sustancioso, coherente, ordenado, pues quizá nos ofrezca una magistral conferencia sobre el asunto, algo que hará innecesaria nuestra presencia y nuestra entrevista. Pero si el entrevistado tiene las cosas poco claras y aún menos ordenadas, va a ser un laberinto, pero sin interés ni gracia.

             5.3 Preguntas con sentido y preguntas ilegítimas

Claro que esas preguntas de antes podrían ser aún peor: ¿Cómo ve el futuro de Europa? ¿Qué piensa de la crisis del periodismo? ¿Qué le parece la situación de la mujer? Preguntas como éstas son las que considero ilegítimas, porque ya no es que se pregunte todo, es que no se pregunta nada, y quién pregunta así no sabe qué quiere saber, a lo sumo simula una pregunta, o disimula su ignorancia y su desidia. Cuando una pregunta arranca con este tipo de coletillas —Qué piensa de…, qué le parece la…, cómo ve el…, cómo valora…—, indicio casi seguro de un impostor que se hace pasar por periodista. ¿Por qué hablo de impostura? ¿Por qué digo que tales preguntas son bastardas? Porqué quien hace ese tipo de preguntas no tiene ni puñetera idea de qué quiere saber, sencillamente es un ignorante que no sabe nada de nada, y por eso no tiene nada qué preguntar, porque si hubiera hecho el trabajo imprescindible de documentación y preparación de la entrevista, entonces habría descubierto qué aspectos de ese asunto son alarmantes, dudosos,  conflictivos…, y habría podido preguntar con legítimo interés sobre esas cuestiones inciertas, inquietantes, controvertidas: ¿El futuro de Europa es un mercado y poco más? ¿El problema de Europa es Alemania? En Europa, ¿sobran gallos y faltan gallinas? ¿Internet va a acabar con la prensa escrita? ¿Y también con el periodismo? ¿La crisis puede provocar un retroceso en la lucha por la igualdad de géneros? ¿La maternidad sigue siendo el gran problema para la carrera profesional de una mujer? Etcétera.

O sea, que esas preguntas que llamo ilegítimas no tienen ningún sentido más allá de expresar el objetivo general de la entrevista, objetivo que sólo alcanzaremos mediante una serie de preguntas como las que acabo de formular. Serán todas las respuestas a todas nuestras preguntas las que, en su conjunto, darán respuesta significativa y concreta a nuestro deseo de saber qué futuro espera a Europa o al periodismo o a las mujeres.

A veces, sobre todo en cuestiones muy controvertidas, en las que hay posiciones abiertamente antagónicas, esas preguntas en apariencia ilegítimas pueden resultar eficaces como primera pregunta, porque obligan al entrevistado a definirse, a posicionarse, a no ser que su posición ya sea pública y conocida. Supongamos que vamos a abordar el llamado periodismo ciudadano o el ascenso de Podemos. En la medida que el asunto le resulte comprometido, es probable que el entrevistado responda con evasivas y medias tintas. Por eso, en casos así, puede resultar útil preguntar de buenas a primeras: Dígame, ¿qué piensa del periodismo ciudadano? ¿Qué le parece el trepidante ascenso de Podemos? Y con una pregunta así a bocajarro, puede que el entrevistado dude, vacile, sobre todo si no lo tiene claro o no tiene claro qué debe decir y callar, y en función de lo que diga o deje de decir y también de lo que dé a entender, pues igual le ponemos en un aprieto, y le forzamos a retratarse muy a su pesar. Pero no olvidemos que nuestro objetivo no es ponerle en un aprieto, sino buscar respuestas, que se defina, que se pronuncie. Por ejemplo: ¿Debo entender, pues, que el periodismo es competencia exclusiva de los medios y que dejar la información en manos de los ciudadanos es un disparate?  ¿Me está diciendo que el ascenso de Podemos es una amenaza para la democracia o es que le entendí mal?

En fin, que si bien hay un tipo de preguntas que considero ilegítimas —¿Qué piensa de la crisis del periodismo escrito? ¿Cómo ve la situación de la mujer? ¿Qué le parece la corrupción política?—, una impostura, porque no preguntan nada, porque el periodista es un perfecto inepto o un gandul, y que son una invitación al adverbio, al desvarío o al mitin, en otros casos de pública controversia, esta misma fórmula puede no sólo ser legítima sino útil, porqué obliga al entrevistado a pronunciarse: ¿Qué le parece el 11-M? ¿Qué piensa de la inmigración?, por ejemplo. Sin embargo, cuando el asunto polémico sea algo concreto —la ley del aborto, los escraches, las preferentes, pongamos por caso—, quizá sea mejor plantear la pregunta de forma cerrada, expresando abiertamente los términos sobre los que nos interesa centrar su respuesta: Que el PP retire ahora el proyecto de Ley de Gallardón sobre el aborto, ¿le parece una traición o una muestra de sensatez? ¿Diría que los escraches son actos contra la libertad o protestas legítimas? ¿Considera que las preferentes fueron una estafa?

             5.4 Una entrevista no es un examen

Una entrevista no es un examen. Una cosa es pretender que el entrevistado se pronuncie sobre un asunto polémico, para que comprometa su posición, para que queden claras sus preferencias, y otras es pretender que en su respuesta no olvide ninguno de los aspectos de un asunto complejo. Por ejemplo, si pregunto cuáles son a su entender las causas de la crisis económica o de la prensa escrita o de la corrupción política, es posible que se olvide de alguna causa, por lo que sea: es en ese sentido que digo que una entrevista no es un examen. Y si va a ser un examen, habría que avisar antes, para que lo prepare: A ver, dígame ¿cuáles las causas de la crisis económica? Si una entrevista ha de ser un examen, sólo puede ser examen de conciencia. Y en estos casos, no se avisa, mejor que cogerlos desprevenidos, para que se vea si mienten. En asuntos de tanta envergadura —Las causas de la crisis económica, por ejemplo, o del periodismo—, mejor que preguntarlo todo de golpe, que además puede dar lugar a respuestas torrenciales, seria preferible dedicar una pregunta a cada una de las diversas causas que se apuntan, para conocer con detalle la opinión del experto, o quizá formularlas a modo de disyuntiva : ¿Considera que las nuevas tecnologías son la causa principal de la crisis de la prensa escrita? ¿A su modo de ver, cuál es la razón principal de la caída libre de la prensa escrita, la irrupción de las NT o el descrédito creciente de los periodistas?

Y aún una última cosa. Nunca debemos hacer dos preguntas a la vez, ni en entrevistas temáticas ni de personaje. Porqué en el mejor de los casos, que ninguna de las dos comprometa al entrevistado, casi seguro que una se queda sin respuesta, normalmente la primera. Pero si una de las dos pusiera en en apuros al entrevistado, seguro que va a responder la otra con todo lujo de detalles hasta conseguir que nos olvidemos de la pregunta embarazosa, y entonces ya no sería una pregunta sin responder, sería un gravísimo error, entre incompetencia y candidez. A veces ocurre que parecen dos preguntas pero de hecho son una sola, porque la segunda no es más que una concreción de la primera que pone el foco ene el terreno que más nos interesa. Por ejemplo: ¿Qué piensa del llamado periodismo ciudadano? ¿Cree que va a fomentar un periodismo independiente y socialmente comprometido?

Para terminar, una sencilla y excelente entrevista temática que realizó un periodista de El País a un reconocido experto en encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como enfermedad de las vacas locas. Leyendo las preguntas, se aprecia sin lugar a dudas que el periodista no sólo se ha documentado sino que ha sabido procesar toda esa información con tanta síntesis como acierto, porque con sólo siete preguntas dibuja una excelente perspectiva de esa alarma social y sanitaria. La primera pregunta, tan perspicaz como ilustrativa, le saca un gran partido a eso de predicar con el ejemplo. Con las otras seis preguntas, el periodista aísla con mucho tino e ilumina con precisión los ángulos más oscuros de esa fea crisis alimentaria.

Charles Weissmann, autoridad mundial en priones
“No hay suficiente información para tomar decisiones racionales”

Antonio Calvo Roy

Charles Weissmann, uno de los más autorizados expertos del mundo en encefalopatía espongiforme bovina (EEB), pronunció ayer la Segunda Lección Eladio Viñuela en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid. Nacido en Suiza en 1931, este biólogo molecular que se formó en Nueva York con Severo Ochoa y a cuyo regreso a Zúrich comenzó a dirigir el Instituto de Biología Molecular, investiga en la actualidad en el Imperial College londinense. Responde con humor a la pregunta de si los países de la UE le podrían pedir cuentas a Londres por las vacas locas: ‘No me gustaría que me expulsaran del Reino Unido’.
Pregunta. ¿Sigue comiendo carne de vaca?
Respuesta. Sí. Con mis 70 años no es fácil que coja la enfermedad. Si viviera 240 años, quizá llegase a enfermar.
P. ¿Las vacas enferman exclusivamente comiendo piensos contaminados?
R. No tenemos seguridad, pero el 98% de los casos que conocemos son debidos a los piensos. No está claro si hay otros mecanismos, y hay expertos que consideran que puede haber transmisión de vaca a ternera, pero sería un hecho muy poco corriente.
P. ¿Podríamos tener cerdos locos dentro de unos años?
R. Los experimentos indican que los cerdos no contraen la enfermedad por comer piensos animales, aunque sí pueden ser infectados si son inyectados. En todo caso, no es una buena idea seguir usando estos piensos.
P. ¿El problema ha sido dar de comer carne a animales vegetarianos o utilizar pienso hechos con animales enfermos?
R. No se puede saber, porque no se analiza cada animal que se va a convertir en pienso. El problema es la alimentación en general, y la solución es no usar en absoluto este tipo de piensos.
P. La UE ha disminuido varias veces el límite de seguridad en la edad de las vacas. ¿Seguirá bajando?
R. No tenemos suficiente información para tomar decisiones racionales. Las vacas tienen que tener dos años para que podamos detectar la enfermedad, pero eso no quiere decir que antes no estén enfermas. Nuestros métodos de detección no son suficientemente sensibles. Se puede argumentar que si el nivel de la infección es tan bajo que no podemos detectarlo, el riesgo de contagiarse es muy pequeño, pero no hay evidencias científicas sobre qué cantidad de priones hay que ingerir para contraer la enfermedad.
P. ¿Son fiables los análisis en vivo?
R. Hoy sabemos que si el análisis da positivo la vaca está enferma, pero si da negativo no tenemos certeza de que esté sana. Hoy no podemos decir con una seguridad del 100% que un animal que consumimos está libre de la enfermedad.
P. ¿Es razonable esperar más muertes de personas por contagio en los próximos años en el Reino Unido?
R. Sí. No podemos saber si serán algunos cientos o algunos miles o decenas de miles, eso es imposible de saber, pero habrá más muertes.