“En el ejercicio de funciones específicamente informativas el periodista mantiene el firme propósito de evitar la manifestación explícita o implícita de sus opiniones personales sobre los hechos tratados.” Libro de Redacción, LA VANGUARDIA, 1986.
“La separación nítida de información, opinión y publicidad es esencial. El lector debe distinguir claramente, por un lado, la información y, por otro, sus interpretaciones y las opiniones que se aporten para ayudarle a construir sus juicios y criterios. Los profesionales respetarán siempre la máxima de que, en la información, los juicios debe hacerlos el lector.” Libro de Estilo Vocento, 2003
Las trampas (y 17): Las técnicas, o sea las trampas de los periodistas
Más allá de las definiciones habituales de noticia que, en general, pecan de vaguedad o caen en la evidencia, y que por esto mismo resultan ociosas, si no abiertamente inútiles, considero primordial destacar la condición contextual del concepto mismo de noticia y, en consecuencia, de la información. La fundación de la noticia más primaria es de raíz contextual, no hay noticia sin contexto: el concepto más elemental de noticia implica la noción de cambio, es decir, que cualquier noticia presupone una mutación del estado de cosas del mundo o una alteración significativa de la previsión de cambios en el estado de cosas del mundo. Entender la noticia como una evolución, revolución o involución del estado de cosas del mundo, significa declarar la naturaleza contextual básica de la noticia, porque cualquier noticia N presupone una relación fundacional entre un estado actual E2 y un estado precedente E1, bien entendido que lo noticia no es E2, sino el grado o la naturaleza y el sentido del cambio que se ha producido o que se ha dejado de producir en el estado de cosas del mundo, es decir, la distancia que hay entre E1 y E2, y viceversa: sólo esta relación contextual puede expresar la magnitud exacta del cambio. En consecuencia, la ecuación N = E1 →E2 expresa la dimensión contextual básica de la noticia. Por ejemplo, decir que alguien está a 39 grados es un información objetiva si se quiere (en la medida que no depende del sujeto) pero igualmente es una información insuficiente, porque la fiebre de ahora se ha de valorar en relación con la temperatura anterior del paciente, se ha de contextualizar, porque el mismo dato se interpretará como un signo de infección o de remisión de la infección en función de si antes estaba a 37 o a 40 grados. –>
En el párrafo anterior hemos utilizado cuatro conceptos —hechos, noticia, contexto, información— que convendría precisar y legitimar antes de continuar, para que quede claro el sentido específico básico con el que uso tales términos. En primer lugar, entiendo los hechos no como fragmentos de la realidad, como algo externo a nosotros, no, de ningún modo; un hecho no es algo externo a nosotros, sino interno; un hecho no es unidad de la realidad, sino de nuestra percepción de la realidad, que no es lo mismo. Si los hechos existieran de manera autónoma, por su cuenta en el mundo (eso es más o menos lo que sostienen los objetivistas), nosotros no podríamos hacer otra cosa que constatarlos o bien obviarlos u ocultarlos. Y solo en este caso los hechos serían los hechos. Pero esto no es así: los hechos solo existen en la medida que los construimos, son el resultado de nuestra percepción del mundo; aún más, para nosotros, el mundo solo existe en la medida que es percibido: el mundo desconocido para nosotros no es ni mundo ni nada, de momento. Los hechos, en definitiva, son unidades de percepción del mundo contextualmente determinadas e interpretadas, y que pueden ser textualizadas y comunicadas, bien entendido que en la información no hallaremos hechos en bruto o en estado puro —a lo sumo cifras, datos ciertos—, algo que proclama de manera ingenua o tramposa la retórica de la objetividad, sino una determinada percepción e interpretación de la realidad, y es que no puede ser de otro modo. En segundo lugar, considero que noticia es en un sentido restringido cualquier hecho percibido que los medios en general o uno en particular interpretan que tiene cierto interés informativo para ser publicado.
En consecuencia, y aunque noticia e información se consideren términos equivalentes y a menudo se usen de manera indistinta, apunto que en sentido estricto información se refiere a cada una de las versiones periodísticas que se han publicado de un hecho considerado noticia. Por lo tanto, se entiende que diversos medios pueden coincidir en considerar noticia un mismo hecho de referencia, pero luego cada medio elaborará una información de propiedades textuales y contextuales particulares. Esto no quita que no pueda haber coincidencias en la identificación e interpretación de los hechos, sino que en teoría explica y legitima las divergencias, lo que en último término acredita la naturaleza intencional del periodismo. Para expresar la relación básica de los tres conceptos, podríamos decir que cualquier información es una versión textualmente autónoma pero contextualmente dependiente de un hecho percibido y contextualmente interpretado como noticia. Así pues, la necesaria unidad textual de la información no contradice sino todo lo contrario, presupone la dependencia contextual de la noticia de la que informa.
Finalmente, distinguiré dos proyecciones básicas, en teoría coincidentes, de la idea de contexto de la información. En la etapa pretextual, en la que se determina qué es noticia y qué no lo es o qué conviene disimular o directamente ocultar, entiendo que el contexto es un marco cognitivo de interpretación en el que un hecho de actualidad resulta relevante, significativo, o sea noticia. Y por esto mismo se sobreentiende que en la consiguiente etapa textual de la información la periodista propondrá un determinado contexto como clave de interpretación del sentido y de la magnitud de tal noticia de actualidad. Propondrá o quizá dejará de proponer, claro, porque tan significativa y determinante resulta la contextualización de una noticia como su descontextualización, y lo mismo da que sea intencionada o fruto de la incompetencia. El contexto modifica por acción pero también por omisión el sentido y la gravedad de la actualidad, es decir que el contexto de interpretación que la periodista aporta o deja de aportar a la información puede multiplicar, acentuar, restringir, desvirtuar o pervertir el sentido de una noticia, porque condiciona su magnitud o gravedad informativa.
Si comparamos, por ejemplo, dos titulares que en su momento informaban del procesamiento de un sinvergüenza que gobernaba el Banco de España, ‘La juez del ‘caso Ibercorp’ sólo imputa a Mariano Rubio un delito de tráfico de influencias’ (El País, 21-01-95), ‘La juez imputa a Mariano Rubio un delito de tráfico de influencias en el caso Ibercorp’ (La Vanguardia, 21-01-95), pronto advertimos que aún siendo muy parecidos, los dos títulos mantienen una diferencia altamente significativa —sólo—, y que gracias a ese adverbio un título da a entender un no sé qué que es exactamente el no sé qué que el otro título deja de dar a entender, es decir, que lo que uno dice de más en relación con el otro es justamente lo que este otro silencia en relación con el primero. En consecuencia, el contexto que en un caso aporta el adverbio (+sólo) y el contexto que en el otro título deja de aportar el adverbio que no hay (–sólo) resultan igualmente determinantes y del mismo modo modifican la noticia, con la misma intensidad pero en sentidos opuestos. Para decirlo de un modo gráfico, El País ha sobrepuesto a la noticia exactamente el mismo sólo que ha dejado de poner La Vanguardia.
Noticia e información son productos de índole contextual, dependen del contexto. La labor informativa es un proceso de interpretación contextual y de construcción textual de la actualidad, un proceso ineludiblemente intencionado, porque no hay información sin sujeto con una determinada voluntad de informar, o de desinformar, y porque así lo ponen de manifiesto los eficaces mecanismos de interpretación, valoración y opinión implícitas que fundamentan, musculan y a veces saturan la información. El proceso integral de producción de la información, a saber, la identificación y la evaluación pretextual de la noticia, la consiguiente elaboración textual de la información y la subsiguiente distribución supratextual de las noticias que concurren en un mismo espacio o tiempo informativo, todo esto es de cabo a cabo un proceso de interpretación y valoración contextuales: es en relación con el contexto que se determina qué es noticia y qué no lo es o no lo es tanto; es en relación con el contexto que se evalúan, se seleccionan y se ordenan los elementos de la información; y es también en relación con el contexto que se calcula el rango de cada noticia que determinará su distribución en la superficie o la secuencia de la información. Todo junto significa que la competencia contextual concede y acredita o en caso contrario quebranta la capacidad profesional de discernir qué es noticia y en qué contexto tal noticia resulta significativa: si en la etapa pretextual la competencia contextual faculta al periodista para identificar y valorar las noticias de actualidad, luego, en la etapa textual, la competencia contextual le permitirá resituar la noticia en un contexto de interpretación donde recupera el valor informativo estimado. La noticia se ha de textualizar, claro está, pero también se ha de contextualizar, porque sólo en relación con el contexto puede aflorar el sentido informativo que guarda o esconde.
Aun cuando la idea de contexto presupone que hay un más allá del texto, no hay que olvidar que finalmente cualquier contexto es sobre todo una construcción de orden cognitivo, es decir, que o lo tenemos en la cabeza o no lo tenemos en ningún sitio, que nada existe para nosotros hasta que no forma parte de nuestro conocimiento y lo activamos. Dicho esto, observamos que el contexto puede ser un elemento próximo, connatural a la noticia misma por su obviedad, pero también puede ser un marco de interpretación diseñado y propuesto por la periodista, que luego el texto informativo deberá justificar, legitimar. Si se informa, por ejemplo, de la muerte de tres personas en un accidente de tráfico o de la caída de un cuatro por ciento de la bolsa, en ambos casos la noticia tiene un contexto de referencia natural, inmediato, imprescindible, en el que se sustenta la noticia de actualidad, las vidas segadas en un caso y el índice de la bolsa en el otro; en cambio, en titulares como por ejemplo Israel acorrala a Arafat en Ramala tras el nuevo atentado suicida palestino (El País, 19-01-02), Israel intenta matar al líder político de Hamás en pleno inicio del proceso de paz (El País, 11-06-03), Putin recorta la libertad de información en Rusia a seis meses de las elecciones (El País, 27-06-03), La violencia se adueña de Irak a tres semanas de las elecciones (El País, 09-01-2005) La inteligencia británica emprende la mayor reforma de su historia tras el fracaso de Iraq (La Vanguardia, 14-01-2005), Atentado suicida de la Yihad en Tel Aviv sin muertos en vísperas de los comicios palestinos (La Vanguardia, 20-01-2006), Las bolsas sufren otro desplome ante la expectativa de más subidas de tipos (El País, 14-06-2006), los contextos no son digamos connaturales a la noticia, y aunque puedan parecer más o menos próximos, más o menos razonables, son aportaciones deliberadas de la periodista que indirectamente o con disimulo se proponen como clave de interpretación de la noticia, es decir, que dichos contextos de interpretación, que alimentan una intencionada explicación de la actualidad o que intencionadamente apuntan una causa de los hechos, no tienen en ningún caso la condición inmediata, necesaria y digamos objetiva de los contextos de referencia expuestos más arriba. Esto no quita, sin embargo, que dichos contextos de interpretación no sean razonables, fundamentados, verosímiles y, en definitiva, legítimos y aún necesarios para entender el sentido de la actualidad; claro está que también pueden ser todo lo contrario, arbitrarios, circunstanciales, increíbles y, en fin, tramposos e incluso canallas.
Por otro lado, no debemos olvidar que si la contextualización de la información es intencionada, igual de intencionada puede ser la descontextualización, más eficaz y más nociva como más inadvertida. Adviértase que la condición implícita de las interpretaciones promovidas, cebadas o atizadas por dichos contextos concede al sinvergüenza de turno, sea periodista, sea político, sea lo que sea, la capacidad de difundir infamias sin fundamento o directamente falsas desde la impunidad que representa dar a entender cualquier canallada sin decirla abiertamente, y por tanto sin hacerse responsable de ello, porque siempre nos queda la excusa de decir que aquello no lo hemos dicho, y la coartada de decir que la información es en un sentido literal cierta, y en este sentido objetiva.
Pongo algunos ejemplos para que se entienda bien de qué hablo y se vea nítida la trampa. En primer lugar, me remito al título expuesto en el capítulo 13, Una fiscal dejó Euskadi, amenazada tras recurrir cinco excarcelaciones de la juez Ruth Alonso (El País, portada, 27-10-02), un titular que, sin decirlo abiertamente, claro está, porque esto podría salirle caro al periódico, insinúa impunemente que la juez aludida es casi cómplice de los terroristas. Con una información que en un sentido literal resulta incontestable, cierta, el diario da a entender una gravísima imputación sin ningún fundamento, o peor, directamente falsa: ésta es la trampa, insinuar y dar a entender acusaciones que el periódico no se habría permitido afirmar abiertamente en ningún caso.
Un segundo ejemplo mucho más miserable. A principios del curso escolar 2003-04, un alumno de Sort (Lleida) murió asfixiado a causa de un triste, lamentable accidente: el niño se tragó el tapón de un bolígrafo. Pues bien, el panfleto de Ramírez no tuvo ningún reparo, ningún escrúpulo en utilizar de un modo repugnante una desgracia como esta: encima del título de la información, Un niño, grave tras tragarse la tapa de un bolígrafo, el antetítulo destacaba, con mayúsculas y subrayado, que el chico ESTABA EN CLASE DE CATALAN (El Mundo, 01-10-03). Alguien podría pensar que no había mala intención, que fue un despiste, que fue sin querer, que ya sería casualidad, ¿no?, pero el texto de la información corregía enseguida cualquier acceso de buena fe, porque la corresponsal, una tal M. J. SANGENIS, insistía sin vergüenza en la perversa asociación: “El incidente ocurrió cuando José Antonio B. asistía a clase de catalán y se tragó la tapa de un bolígrafo Bic”. Hay que ser vil, para escribir y publicar canalladas así. Claro que todavía podía haber sido peor. ¿Se imaginan a esa pluma carroñera garabateando antetítulos como ‘La profesora le había reñido esa mañana’, o ‘Sus padres habían discutido la noche antes’?
Eso sí que es utilizar a un niño, peor aún, la muerte de un niño, al servicio de los intereses más bastardos. ¿Algún juez dijo algo en aquella ocasión? Y tanto que sí: meses después un juez, creo recordar que de Logroño, negó la patria potestad a una madre argumentando, es un decir, que la mujer tenía previsto trasladarse a vivir a Cataluña y eso iba a perjudicar gravemente al niño, porqué tendría que aprender catalán, algo que como todos los ciudadanos saben, atonta e incluso mata.
La teoría de los actos lingüísticos de Austin aporta a mi entender las nociones básicas que permiten determinar y explicar los mecanismos de interpretación, valoración y opinión implícitas que cualquier información pone en juego. En su momento, he argumentado que la teoría de los actos de habla expuesta por Austin restituye al lenguaje su condición pragmática mediante la irrupción simultánea del sujeto, la situación y las intenciones en el negocio de la comunicación humana. A diferencia de la retórica objetivista que explica la comunicación verbal sólo en términos de un supuesto significado inequívoco de las palabras, Austin vincula el lenguaje a la situación o contexto en que se usan las palabras y a las intenciones con que se usan dichas palabras en tal situación, y en este sentido explica que expresar un enunciado lingüístico cualquiera significa llevar a cabo una acción que va mucho más allá del simple hecho de decir algo, o sea que cuando decimos algo, además de decirlo, ejecutamos un determinado acto (ilocución) por el hecho mismo de decirlo y como algo diferente del acto mismo de decirlo (locución).
Así pues, de acuerdo con la teoría de los actos lingüísticos, decir es también un modo de hacer o, expresado con los conceptos de Austin, cualquier enunciado supone la conjunción de una locución (decir) y una ilocución (hacer), bien entendido que si la locución es de orden objetivo, la ilocución es implícita, de orden inferencial, y sólo puede resolverse mediante la interpretación contextual, es decir, que una cosa es lo que uno dice (las palabras que pronuncia o escribe) y otra lo que quiere decir y lo que da a entender. En resumidas cuentas, la teoría de los actos lingüísticos y de los actos ilocutivos en especial, se puede expresar mediante una ecuación básica, L+C → I, que prefigura los dos mecanismos básicos de manipulación de la información (Veáse capítulo XIII) a través de los cuales la periodista gestiona la interpretación, valoración y opinión implícitas en cualquier texto informativo. La ecuación, sobra decirlo, significa que una locución L, en función de un determinado contexto C, se interpreta como una ilocución I; y viceversa, el sentido ilocutivo I que alguien atribuye a una locución L, se fundamenta en un contexto C que se propone como clave de interpretación de dicha locución. Por un lado, la ecuación apunta que es a través de la manipulación textual (selección, ocultación, orden, jerarquía…) de los elementos de la información y sobre todo mediante la contextualización o la descontextualización textual de la información como la periodista promueve, orienta y condiciona un determinado cálculo de intenciones y de inferencias.
Más claro: es a través de lo que dice y de lo que calla que la periodista insinúa lo que da a entender. Por otro lado, la ecuación apunta igualmente que la periodista puede presentar una ilocución bajo el aspecto de una locución, de modo que se disimula, se enmascara o se oculta la condición de interpretación, valoración y opinión propia de cualquier ilocución. Es un recurso habitual de la información: en dichos casos la periodista presenta como noticia acreditada, cierta, aquello que sólo puede ser una inferencia más o menos razonada, argumentada. Por ejemplo, en un titular como Los insurgentes aumentan la presión sobre los candidatos y votantes a seis días de los comicios (El País, 25-01-2005), la periodista concluye y afirma que, según el contexto de interpretación que considera pertinente (la proximidad de la elecciones en Irak bajo ocupación del ejército americano), la campaña de amenazas telefónicas así como los atentados contra las oficinas del Acuerdo Nacional Iraquí, el partido del primer ministro iraquí, Ayad Alaui, deben interpretarse como una estrategia creciente de presión e intimidación sobre candidatos y votantes con el objetivo de sabotear las elecciones, y que esta información (los insurgentes aumentan la presión), que no deja de ser una interpretación y valoración de los hechos, se ha de interpretar igualmente en clave (contra)electoral; igualmente, en un título como El PP rebaja la tensión con CiU a la espera del debate sobre el estado de la nación (El País, 02-07-2002), la periodista considera que, de acuerdo con el contexto de interpretación subrayado (el inmediato debate sobre el estado de la nación), la intención implícita que debemos atribuir a ciertos gestos, palabras…, de los populares es justamente éste, que el PP rebaja la tensión con CiU, y que esta información, que no es sino una interpretación y valoración implícitas de los hechos, igualmente se debe interpretar en función del horizonte parlamentario destacado; y del mismo modo, en un título como La Iglesia rectifica sobre el preservativo tras la llamada al orden del Vaticano, (El País, 20-01-2005), el corresponsal entiende que, de acuerdo con el contexto de interpretación propuesto (la llamada al orden de la curia vaticana, que no deja de ser otra interpretación de lo que dijo no sé qué cardenal mejicano, que el condón es un “pasaporte para una vida desenfrenada de sexo”), las declaraciones del portavoz de la Conferencia Episcopal tienen el sentido de una rectificación, que asimismo se debe interpretar en función de la reprimenda romana, y en este sentido, el subtítulo de la noticia explica que “el portavoz de los obispos dice ahora que el uso del condón contra el sida es “inmoral”. Que luego, en el texto de la información, la periodista fundamente o no la interpretación, valoración y opinión implícitas en el titular, eso determinará la legitimidad de dicha información.
De acuerdo con los símbolos de la ecuación expresada, podríamos decir que la periodista puede informar de determinada locución L asociada a un determinado contexto de interpretación C con el objeto de insinuar, apuntar o dar a entender un determinado sentido ilocutivo o determinada intención I; igualmente, la periodista puede afirmar abiertamente dicho sentido ilocutivo I antes sólo sugerido, apuntado, pero entonces el texto de la información deberá aportar los elementos locutivos y contextuales que sostienen y legitiman la ilocución titular, de ahí que yo insista en hablar de la condición argumental de la información. Adviértase, sin embargo, que los dos mecanismos básicos de la manipulación informativa corresponden de hecho a un mismo proceso de (des)contextualización de la información, explícito en un caso, L±C [→I], e implícito en el otro, [L+C←] I. En un título de naturaleza locutiva como el siguiente, Asesinado a golpes el obispo de Guatemala dos días después de divulgar los crímenes del Ejército (El País, 28-04-98), más allá del hecho que se afirma (L), el contexto de interpretación subrayado (+C) permite inferir al lector que el asesinato es obra de los mismos militares [I]. En el caso de un título de naturaleza ilocutiva (I), a veces, para acreditar o reforzar la ilocución del titular, la periodista incorpora el contexto de interpretación (+C) que legitima dicha valoración implícita; así, por ejemplo, en un título como el siguiente, Irak castiga a las empresas españolas tras el apoyo de Aznar a los bombardeos (El País, 17-01-99), se entiende que el contexto subrayado fundamenta y legitima la valoración como castigo a las empresas españolas de determinadas decisiones comerciales de Bagdad, que luego la corresponsal detallará en la crónica. A veces, sin embargo, el contexto de interpretación es de segundo grado (+C2), es decir, que no es el contexto (+C1) que legitima la ilocución del titular (I1), sino un contexto de reinterpretación que invita a deducir una ilocución de segundo grado (I2). Por ejemplo, en un título como el siguiente, “El Hospital General agoniza tras costar 42.000 millones al erario público y a sus socios (El País, 05-12-99), está claro que el contexto subrayado (+C2) no fundamenta la agonía propuesta como valoración de la situación del hospital (I1), sino que apunta una segunda interpretación (I2) de la información, es decir, alienta y orienta una explicación del fracaso anunciado por el título (I1) en clave de mala gestión, de malversación de fondos o de vaya usted a saber. En casos así, la ecuación que representa el dinamismo informativo e interpretativo del título podría expresarse así: I1 + C2 →[I2].
17.1 Formas básicas de contextualitzación de la información
Dicho esto, distinguiré dos clases básicas de contextualización explícita de la información, el Contexto de Interpretación (CI) y la Ampliación de Contexto (AC). El contexto de interpretación es exactamente la clase de contexto que hemos subrayado en el párrafo precedente, el contexto que indirectamente, sin decirlo pero sin lugar a dudas, se propone como clave de interpretación de la actualidad, una especie de telón de fondo que da una determinada profundidad de campo y no otra al primer plano de la actualidad, un escenario que apunta una explicación y un sentido de la noticia. El contexto de interpretación desencadena una explicación de la actualidad por medio de una simple yuxtaposición, porque de hecho, la periodista se limita a asociar intencionadamente, claro está, la noticia de actualidad con episodios pasados, paralelos o futuros, con los cuales se da por hecho que mantiene una relación argumental inmediata, sobre todo porque apuntan la causa directa o insinúan el motivo principal de la noticia de actualidad. Resulta fácil advertir, por ejemplo, que en títulos como ETA asesina en Madrid a un militar tras anunciar HB “un futuro de sufrimiento”(El País, 09-01-97), Putin recorta la libertad de información en Rusia a seis meses de las elecciones (El País, 27-06-03), La bolsa española se desploma un 4% tras la imprevista victoria del PSOE (La Vanguardia, 16-03-04), Un ataque terrorista revienta un hotel de Bagdad en vísperas del aniversario de la guerra (Abc, 18-03-04), La inteligencia británica emprende la mayor reforma de su historia tras el fracaso de Irak (La Vanguardia, 14-01-05), EADS pierde más del 26% en Bolsa tras reconocer retrasos en el A-380 (El País, 15-06-2006), El Gobierno y el PP agravan su choque tras el atentado de ETA (El País, 11-01-2007), El Gobierno vasco arremete contra los jueces en vísperas de la declaración de Ibarretxe (El País, 28-01-2007), el contexto de interpretación asociado a la noticia se presenta intencionadamente como una explicación de la actualidad, en unos casos porque se postula como la causa manifiesta del hecho, en otros porque se alega como razón inmediata de la noticia, y porque en definitiva cada contexto invita a interpretar la actualidad en determinado sentido y no en otro. Sobra decir que la explicación y el sentido de una noticia que desencadena un determinado contexto de interpretación son exactamente la explicación y el sentido que dejaría de sugerir un contexto de interpretación cero: la contextualización y la descontextualización modifican igualmente la información, con la misma intensidad aunque en sentidos opuestos, porque lo que uno sugiere es exactamente lo que silenciosamente deja de sugerir el otro.
Pensar que sólo la contextualización modifica el sentido de la información es un grave error que ampara y se ampara en el mito y la trampa de la objetividad o de la neutralidad, a no ser que se entienda que la descontextualización es otra forma de contextualización más. En los ejemplos antes citados, descontextualizar la noticia, o sea, borrar el contexto de interpretación, significaría en cada caso amputar de forma automática el sentido intencionadamente catapultado por dicho contexto. Adviértase además que, a efectos de información, lo mismo da que la amputación contextual sea intencionada o fruto de la incompetencia, afecta a la información como cualquier otro contexto. Subrayemos igualmente que, en todos los títulos expuestos arriba, el contexto de interpretación ocupa la misma periferia sintáctica de la frase, en todos los casos se trata de complementos circunstanciales de la oración entera, posición más que razonable del contexto de interpretación en la estructura gramatical dada su condición de telón de fondo donde se recorta, se integra y se reconstituye desde una determinada perspectiva el rostro de la actualidad.
De todos modos, pronto veremos que los contextos de interpretación aprovechan otras estructuras sintácticas más discretas pero tanto o más efectivas a la hora de instigar una determinada lectura de la información, sobre todo mediante oraciones de relativo. Y a veces el contexto de interpretación ni tan siquiera aparece en el texto, se sobreeetiende, porque flota en el ambiente, alguien ya se encargó antes de machacarlo: un contexto supratextual, podríamos decir. Veamos dos ejemplos que me parecen antológicos. Uno, que ya comentamos en otro capítulo, el título con el que El Mundo abría portada para informar (es un decir) de la comparecencia ante el juez de la Audiencia Nacional de Jamal Zougam, uno de los acusados de la matanza del 11-M: Zougam al llegar a la Audiencia: “¿Quién ha ganado las elecciones?” (El Mundo, 20-03-2004). Han pasado más de tres años, y ahí siguen, emperrados en el mismo cuento de la conspiración, sacando tajada de las trampas de la información. El segundo ejemplo se sitúa al final del gobierno de Felipe González, zarandeado por los escándalos de Roldán y otros chorizos. Pues bien, en ese clima de corrupción que asfixiaba a los socialistas, El País dedicó una curiosa columna a informar de que un ex miembro de la Ejecutiva Socialista había obtenido una subvención de poco más de dos millones de pesetas: Paramio recibe 2,3 millones de subvención para una investigación (El País, 01-10-95). En principio, la noticia parecía ridícula: si El País tuviera que informar de todas las subvenciones de dos millones de pesetas, no acabaría nunca, para eso está el BOE. Por tanto, detrás de esa pequeña cantidad tenía que haber algo muy gordo, porque si no, no tenía sentido: ¿pero qué? La noticia sólo podía interpretarse como una acusación, implícita, claro, y además indeterminada, que aprovechaba el contexto de corrupción en el que se había enfangado el PSOE para dar a entender algo que, por lo visto, el periódico no podía o no se atrevía a decir. El primer párrafo de la información no dejaba ninguna duda de las intenciones del redactor, que firmaba el país:
“Ludolfo Paramio, ex miembro de la Ejecutiva Socialista, ha conseguido una subvención del Instituto de la Mujer de 2.300.000 pesetas para un trabajo titulado Un estudio de las pautas de inserción de la mujer española en la actividad. Tendencias y cambio generacional. Ludolfo Paramio preside la Fundación socialista Pablo Iglesias y dirige el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Centro de Investigaciones Científicas, adscrito al Ministerio de Educación. Paramio está casado con la ex directora del Instituto de la Mujer, Carmen Martínez Ten”. (los subrayados son míos).
En la información no se formulaba ninguna denuncia abiertamente, ¿para qué, si resultaba tan fácil insinuarla con datos documentados, incontestables? Dos días después aparecía, como era de esperar, una carta al director con el elocuente título de ¿Qué quieren decir?, que era como decir, ¿De qué se nos acusa?, porqué sin imputar nada a nadie, con total impunidad y con la coartada de unos datos ciertos, la objetiva información de El País podía interpretarse en muchos sentidos, todos ellos al margen de la ley o de la ética por lo menos, como explicaba el mismo autor de la queja: “En primer lugar, una precisión, Paramio no “recibe” nada, contra lo que se dice en el titular. Él es director del IESA, un organismo público de investigación, y entre sus funciones se cuenta conseguir dinero para que se investigue en su organismo. Es el IESA, no Paramio, quien recibe la subvención. En segundo lugar, ¿qué es exactamente lo que su periódico quiere decir? Paramio es de la Ejecutiva del PSOE. ¿Denuncia su periódico que también dirija el IESA? ¿O sólo que solicite subvenciones de fondos públicos? ¿O sólo que las solicite del Instituto de la Mujer porque su esposa lo dirigió hace tres o cuatro años? ¿Está su periódico por prohibir que los miembros de las ejecutivas de los partidos trabajen en la Administración, o sólo en la Universidad o en el CSIC? ¿O quizás está sólo por [prohibir] que un organismo público trate con otro organismo público cuando los funcionarios encargados de ellos están o han estado emparentados? Y puestos a precisar, ¿qué grado de parentesco le parece a su periódico admisible y cuántos años tienen que haber pasado desde el cese del pariente?” (El País, 03-10-95).
Si el contexto de interpretación puede ser un recurso no sólo legítimo sino incluso imprescindible para entender el sentido relativo, ecológico podríamos decir, de las noticias, del mismo modo puede ser una técnica tramposa que permite malear la información con total impunidad, porque con una simple asociación contextual, cualquier información puede derivar impunemente hacia la infamia, como hemos visto en la información del mortal accidente escolar de Sort publicada por El Mundo. La estrategia es tan rudimentaria y de una impunidad tal que Eduardo Zaplana, ahora ya felizmente ex ministro, no tuvo ningún reparo en utilizarla cuando ejercía de portavoz natural del gobierno del PP. Así, sin rastro de escrúpulos, en la rueda de prensa posterior al último Consejo de ministros del 2003, Zaplana metía en el mismo saco a los etarras detenidos la Nochebuena, que según la policía se disponían a atentar en Madrid, y al entonces presidente del Parlamento vasco, que días atrás había expulsado de la sala al diputado españolista Carlos Iturgaiz porque, en contra del reglamento, a sabiendas y a escondidas, había votado dos veces. Aquella tarde de san Esteban, pinocho Zaplana no pudo por menos de decir que “llama la atención que mientras los servidores del Estado se juegan la vida y consiguen evitar el drama y el dolor y una masacre, en otros lugares se dediquen a expulsar del Parlamento a la oposición democràtica y no ven mal financiar con dinero público a estos asesinos”. Cuando alguien le reclamó que explicara la miserable carambola, Zaplana contestó con sorna de chocarrero que “no es que tenga nada que ver una cosa con la otra como es lógico”, pero enseguida, con su facha de bravucón predemocrático mal disimulada, masculló la misma relación de antes: “Por una parte los asesinos quieren provocar una masacre y, al mismo tiempo, sus colaboradores son respaldados y financiados por los partidos que forman el Gobierno vasco. Y, al tiempo, esos partidos que no ven mal financiar a los colaboradores de los asesinos se dedican a acallar cualquier voz que pueda surgir desde la oposición en la Cámara de representantes del pueblo vasco”. Y dicho esto, con un cinismo[1] de barraca, sentenció: “Todo eso, no es que esté relacionado, sino que coincide con el tiempo”.
Éste es exactamente el principio de la estrategia insidiosa: presentar la relación temporal objetiva entre dos hechos como condición suficiente de una relación argumental que no se puede acreditar de ningún modo, pero que impunemente se insinúa y se da a entender. Es la misma artimaña que se observa en un título que huele que apesta como Frustrada una matanza de ETA en Madrid once días después de declarar la tregua en Cataluña (Abc, 01-03-04). Una estrategia perversa que el gobierno de Aznar atizó sin vergüenza mientras aplaudía cada bomba que los muchachos de Bush lanzaban sobre Irak, primero para vincular terrorismo y gobierno vasco, y luego para relacionar al gobierno tripartito de Catalunya con ETA, y de este modo, una vez satanizados todos los nacionalismos excepto el ¡Viva España Mariano¡, desacreditar de rebote a los socialistas de cara a las elecciones generales del 2004: una estrategia obscena que el PP aplicó sin freno y sin escrúpulos contra todo el que no decía amén, pero que finalmente, así que se hizo evidente que el 11-M no era asunto de ETA, sino una maldita continuación del 11-S, y por la misma regla de tres infame, les cayó encima. Como quien escupe al cielo.
La Ampliación de Contexto es también un recurso de contextualización de la información muy habitual que se distingue claramente del contexto de interpretación por razones de forma y de función informativa. En este sentido diré que ampliación de contexto es cualquier expresión que relaciona la noticia de actualidad o un elemento cualquiera de la información con otro hecho de naturaleza similar o bien consigo mismo, es decir, con las expectativas que había sobre ese mismo hecho, que se esperaba antes o después, o que se esperaba que no ocurriera. En un sentido lato, la ampliación de contexto es un mecanismo de autoreferencia que, en unos casos, a causa de la repetición misma, acentúa e incluso llega a desbordar la gravedad del hecho de actualidad, reducido a veces a simple pretexto (véase el capítulo V); en otros casos y gracias al contraste que suscita, la ampliación de contexto aporta un punto a veces de entusiasmo, a veces de incredulidad o incluso de ironía a la información, de un modo tal que pone bajo sospecha las intenciones de los sujetos de la actualidad. Si examinamos títulos como los siguientes, El obispo auxiliar de Toledo también mostró en clase el vídeo antiabortista (El País, 04-07-98), Clinton niega también la última acusación de asalto sexual en la Casa Blanca (El País, 17-03-98) La rotura de otra balsa minera evidencia de nuevo el descontrol de las administraciones (El País, 04-07-98), La ONU otorga a las tropas de EE UU otro año de inmunidad ante la Corte Penal (El País, 13-06-03), La izquierda gana también en Francia (El Periódico, 29-03-04), Los escándalos de tres ministros británicos ponen de nuevo a Blair a la defensiva (El País, 28-04-06), Montilla dice ahora que pedirá el traspaso de cercanías sin esperar la inversión del Estado (El País, 25-06-07), Al menos tres personas mueren al estrellarse un avión con trabajadores del petróleo frente a la costa libia (El País, 14-01-00), enseguida advertimos la autoreferencia que pone de manifiesto la ampliación de contexto, porque relaciona la noticia o algún aspecto de la información con noticias idénticas o parecidas del pasado, o con las expectativas futuras, como ocurre en el último ejemplo, que relaciona la cifra actual de muertos con la cifra final, que es lo mismo que ocurre en un título como Al menos 17 muertos en la peor tempestad del siglo en el norte de Europa (El País, 05-12-99), donde concurren dos ampliaciones de contexto, ‘al menos’, que relaciona los muertos que hay con los que pueda finalmente haber, y ‘la peor del siglo’, que compara la tempestad actual con las que hubo antes.
En todos los casos citados, la ampliación de contexto lleva a cabo una misma o parecida función informativa: o refuerza o acentúa o multiplica o exagera la gravedad de la situación. Obsérvese, por ejemplo, que en un titular como el siguiente, Aznar elude hablar de la crisis de Gobierno en uno de los Consejos más breves de su mandato (El País, 16-01-1999), la función informativa de la ampliación de contexto subrayada no es sino la de reforzar, acentuar o amplificar el asunto capital de la noticia, que no es otro que la crisis de gobierno. En otros casos, la ampliación de contexto pone de manifiesto el contraste entre lo que ha ocurrido ahora y lo que había ocurrido antes, es decir, que si en los ejemplos expuestos más arriba la ampliación de contexto subrayaba una reincidencia o una coincidencia o una insistencia significativas, ahora la ampliación de contexto delata una resistencia finalmente doblegada pero igualmente significativa. Títulos como por ejemplo El Gobierno reconoce, al fin, “graves fallos de coordinación” en el aeropuerto de Barajas (El País, 04-07-98), Aznar desbloquea por sorpresa las relaciones con Cuba y nombra nuevo embajador (El País, 02-04-98), Aznar se queja ahora de que la opinión pública dicte sentencia antes que los tribunales (El País, 19-03-98), Loyola de Palacio denuncia ahora el fraude del lino cometido en su mandato (El País, 13-01-01), Maragall incluye sólo a cuatro mujeres en un Gobierno de fuerte peso municipalista (El País, 21-12-03), Montilla dice ahora que pedirá el traspaso de cercanías sin esperar la inversión del Estado (El País, 25-06-07), acreditan de forma representativa la idea de contraste altamente significativo que la ampliación de contexto pone en juego con el propósito no declarado pero bien notorio de denunciar o poner bajo sospecha las decisiones y las intenciones de los protagonistas de la noticia.
17.2 La atribución de locuciones y de intenciones
En su tarea de intermediación informativa, la periodista convierte a menudo en noticia las declaraciones se entiende que relevantes de alguien que se supone que tiene algún tipo de autoridad o de responsabilidad o de experiencia sobre cierta cuestión. Sobra decir que, en todo caso, el contexto de interpretación podría resultar decisivo o definitivo a la hora de determinar primero la condición misma de noticia, y luego, su magnitud informativa. En el momento de titular una información así, la periodista podría inclinarse por interpretar el sentido contextual de dichas declaraciones, por expresar su significado como acción (decir es una manera de hacer), de acuerdo con la teoría de los actos ilocutivos de Austin, o bien podría resolver que, en función de las razones contextuales y textuales sopesadas, una de tales declaraciones, referida de forma literal o no, debe designar y representar la noticia.
En el primer supuesto, la periodista se preocupa de interpretar y de atribuir determinado sentido de acción global, contextual, a las declaraciones, y por esto mismo, de acuerdo con la ecuación general de la ilocución antes propuesta, L±C →I, hablaré de Atribución Ilocutiva de Sentido o Atribución de Sentido Contextual (AIS), un recurso fundamental de la interpretación, valoración y opinión implícitas en la información. En el segundo supuesto, la periodista deberá atribuir la declaración a su autor, y esto sólo lo puede hacer o bien con los dos puntos, un signo que habitualmente se usa sólo cuando la declaración es literal, entre comillas, o bien mediante un verbo que atribuya la locución a su locutor, por ejemplo cualquiera de los verbos de decir.
Es evidente que dicho verbo no pertenece a la declaración referida, solamente la atribuye, por eso hablaré de Verbos Ilocutivos de Atribución Locutiva (VIAL), que es una manera de decir que el verbo no forma parte de la locución que atribuye. Según como, puede parecer que la expresión, verbo ilocutivo de atribución locutiva, se limita a distinguir entre la función (atribución locutiva) y la naturaleza (ilocutiva) del verbo, pero hay algo más porque la condición ilocutiva del verbo se manifiesta sobre todo mediante la atribución de intenciones, es decir, que al mismo tiempo que atribuye la locución, el verbo factura la intención, de orden ilocutivo, claro está, que la periodista adjudica al hablante. Quiero decir que es mediante los verbos de atribución locutiva que la periodista imputa una determinada intención al locutor o un determinado tono a la locución. Por consiguiente, entiendo que la naturaleza ilocutiva del verbo de atribucón locutiva (VIAL) se manifiesta a través de esta Atribución Ilocutiva de Tono o Intención (AITI) que la periodista endosa al locutor al mismo tiempo que le atribuye la locución. Expresado de modo preciso, podemos decir que la I del VIAL equivale a la AITI, lo que podría representarse así: VI[aiti]AL.
Los ejemplos nos ayudarán a aclarar el sentido exacto de esta sopa de letras. Examinemos por ejemplo un título como EE UU asegura que los culpables del linchamiento “no quedarán sin castigo” (El País, 02-04-04), que da noticia de las declaraciones del administrador americano de Irak, Paul Bremer, el día después de que cuatro paramilitares de los EE.UU. fueran linchados y mutilados en Faluja, al noroeste de Bagdad. Más allá de la valoración pretextual que comporta convertir esa declaración en representación titular de la noticia, advertimos que la periodista descarga su interpretación implícita en el verbo que de forma significativa adjudica la locución a los Estados Unidos: a través de la forma verbal ‘asegura’, el periodista no sólo atribuye la declaración a un sujeto, sino que además le endilga un determinado tono o intención que, naturalmente, sólo puede ser resultado de una interpretación. En otras palabras, la forma verbal ilocutiva de atribución locutiva (VIAL) ‘asegura’, además de decirnos que los EE.UU. han dicho tal cosa (atribución locutiva), nos informa de que lo han dicho con un determinado tono de firmeza y una determinada intención de compromiso (atribución de tono o intención), que es la AITI interpretada. Otra cosa es que esta atribución de tono o de intención, además de estar acreditada, legitimada, resulte significativa.
Unos cuantos ejemplos más nos ayudarán a entender el dinamismo y la fuerza de estos verbos de decir o de hacer de orden ilocutivo que además de atribuir locuciones también apuntan las intenciones de sus autores. Si comparamos los títulos siguientes, Renfe reconoce que 57.000 persona sufrieron las alteraciones originadas por las lluvias (El País, 19-11-2006), Ruiz-Gallardón confiesa su “tremenda curiosidad” por las primarias del PSOE (El País, 21-04-98, Aznar avisa a Zapatero de que investigar el ‘caso BBV’ se volverá contra el PSOE (El País, 18-04-02), El Gobierno advierte a ETA de que el terrorismo callejero bloquea el proceso (El País, 26-09-06), enseguida observamos que todos comparten una misma estructura sintáctica e informativa que pivota alrededor de un verbo que hace la doble función de atribuir locuciones e intenciones. En definitiva, las cuatro formas verbales (reconoce, confiesa, avisa, advierte) se corresponden con cuatro modos de decir marcados por un tono o una intención particular en cada caso, o sea que cada verbo equivale a decir más una intención que va más allá de la intención de decir.
No puede ser de otro modo, porque como cualquier asunto humano, decir es también una acción intencional e intencionada, bien entendido que más allá de la intención de decir algo está la intención con que se dice algo, que es la que nos ocupa y preocupa. Si la intención de decir algo se pone de manifiesto por el sólo hecho de decir algo, la intención con que se dice ese algo sólo puede ser interpretada y, en último extremo, resulta inaccesible. Si analizo uno de los cuatro verbos de antes, advertir por ejemplo, podría decir que es el resultado de acoplar el hecho de decir algo con el tono de advertencia o la intención de advertir, lo que se podría expresar así: Advertir = Decir + T/IAdvertir..
Todo esto puede parecer de una obviedad escolar, pero entiendo que la ecuación anterior nos permite argumentar que no hay ningún verbo que sea meramente de decir, que atribuya una locución y nada más: en este punto, discrepo abiertamente de Núñez Ladevéze, por ejemplo, que considera que hay verbos que “únicamente denotan el hecho de decir algo y no lo hecho por decir algo”, que es como decir que hay verbos que “se limitan a describir el dictum o emisión lingüística”, y otros verbos que además “describen una intención del hablante al decir algo” (Núñez Ladevéze, 1991: 234). Consideraciones así me parece que nos empujan a resucitar ideas de neutralidad, imparcialidad y objetividad informativas que además de tramposas resultan improcedentes, sobre todo porque fomentan el espejismo de la no intencionalidad que, paradójicamente, sólo podría ser intencionada.
Hay quien considera que el ejemplo por antonomasia de la clase de verbos que se limitan a denotar el hecho de decir algo es justamente decir, que a su modo de ver tiene una dimensión meramente gramatical, vacía de cualquier otra significación. No comparto para nada tal apreciación, que no es más que un rebrote del objetivismo lingüístico, que entiende el significado como atributo exclusivo de las palabras. A mi modo de ver, si Advertir = decir + T/IAdv, entonces podemos deducir que Decir = advertir – T/IAdv, o sea que lo que advertir nos dice de más en relación con decir, es exactamente aquello que decir deja de decir o dice de menos en relación con advertir. A diferencia de verbos como reconocer, confesar, avisar, advertir, etcétera, que expresan la intención con qué se dice algo, −algo que en consecuencia diremos que ‘se reconoce’, ‘se confiesa’, ‘se avisa’, ‘se advierte’ o se etcétera−, considero que un verbo como decir comunica una intención digamos cero que no se puede entender como una no intención, es decir, sin intención, sino que se ha de interpretar como un dejar de expresar intención alguna, de silenciarla.
La intención cero del verbo decir se debe interpretar por oposición a la intención asociada a cualquiera de los otros verbos de decir o de atribución locutiva. En resumidas cuentas, cuando un periodista informa de que ‘alguien dice no sé qué’, se puede entender que ‘sólo lo dice’ y que por tanto no lo afirma, ni lo asegura y quizá ni tan siquiera lo cree. De hecho, el verbo decir se usa a menudo en este sentido de subrayar que lo dice pero sin convicción ninguna o con escaso crédito, y que por tanto ni te lo creas ni te fíes. Supongo que no es ningún disparate afirmar que expresiones como “dice que él no ha sido” o “dice que ya lo hará”, se interpretan en este sentido de recelo y sospecha, es decir, “él dice que no ha sido, pero no te lo creas”, o bien, “dice que lo hará, pero no te fíes”. De modo parecido creo que se podrían interpretar los títulos siguientes: González dice que sabe, pero no dirá, por qué se reabrió el ‘caso gal’ (El País, 20-01-95), Otegi, condenado por enaltecer a ETA, dice que la sentencia “hace apología de la lucha armada” (El País, 03-04-04).
Las intenciones no se definen por oposición o exclusión, sino por gradación, y justo por esto los verbos que las acarrean se ordenan en una especie de escala según la intensidad o fuerza de la intención: sugerir, aconsejar, avisar, advertir, amenazar; admitir, reconocer, confesar; declarar, afirmar, sostener, asegurar, proclamar; rogar, pedir, reclamar, ordenar, exigir; desaprobar, criticar, censurar… Es en función de las palabras dichas, de la situación en que se han dicho y de la relación entre los interlocutores que interpretamos cuál es la intención del locutor o cuál es la fuerza de la locución o cuál es el tono de las palabras, y por esto mismo, mientras que uno entiende que Berlín pide la captura de agentes de la CIA ‘fichados’ por España (El País, 22-09-06), otro considera que más que pedir Blair insta a los laboristas a seguir la senda reformista cuando él deje el poder (El País, 27-09-06), y un tercero interpreta que Los demócratas exigen que se publique íntegro el informe sobre Irak (El País, 28-09-06).
Y del mismo modo que la periodista interpreta el tono y la intención con qué alguien ha dicho o ha hecho algo, igualmente interpretará la intención con la que ha dejado de decir o ha dejado de hacer algo que quizá se esperaba que dijera o hiciera y que, en cualquier caso, entiende que es significativo que no lo haya dicho o hecho. En los siguientes títulos, Aznar elude hablar de la crisis de Gobierno en uno de los Consejos más breves de su mandato (El País, 16-01-99), Aznar evitará hablar en público sobre derechos humanos en China (El País, 25-06-00), Batasuna se niega a condenar en el Parlamento vasco el atentado de ETA en Santa Pola (El País, 08-08-02), Pujol y Maragall se niegan el saludo en su primer encuentro antes de las elecciones (El País, 17-06-98), los periodistas entienden que detrás de los silencios acreditados, detrás del hecho de no condenar un atentado o de no saludarse, sólo puede haber una decidida intención de no querer hablar de esa crisis (elude hablar), una manifiesta intención de no querer hablar de derechos humanos (evitará hablar), una firme voluntad de no querer condenar ese atentado (se niega a condenar) o una calculada actitud de no querer saludarse (se niegan el saludo).
Podríamos afirmar, pues, que son silencios tan intencionados como significativos, que sólo se pueden interpretar y entender como una negativa a hablar o a condenar o a saludarse. Adviértase que en los cuatro ejemplos la intención atribuida (AITI) al sujeto se concentra en el primer elemento de la perífrasis verbal: elude, evitará, se niega, se niegan. Es decir, que cuando el periodista informa que Aznar “elude hablar” o “evitará hablar”, lo relevante no es el hecho de no hablar en sí, sino la intención que se vislumbra en sus silencios; asimismo, cuando se asegura que Batasuna “se niega a condenar”, la noticia que se destaca no es que no condene el atentado, sino que no lo quiere condenar; al afirmar que Pujol y Maragall “se niegan el saludo”, lo que importa no es tanto el hecho en sí de no saludarse, sino la intención e incluso la estrategia que se adivina tras esa supuesta descortesía. Más allá de la valoración pretextual que determina qué declaración es la más relevante y más representativa de una noticia, es fácil advertir que el elemento común a cualquier título informativo basado en un verbo ilocutivo de atribución locutiva (VIAL), es que la periodista interpreta la intención con que alguien ha dicho lo que ha dicho, el sentido del acto de decir, podríamos decir, pero no el sentido global de decir tal cosa con tal intención y en tal situación, que es objetivo específico de la Atribución Ilocutiva de sentido (AIS), mecanismo recurrente de la interpretación y la opinión implícitas en la información mediante el cual la periodista atribuye a la noticia un valor contextual de acción: al decir lo que dijo y con el tono y la situación en que lo dijo, lo que hizo es desautorizarle, por ejemplo.
Antes de explicar la mecánica de la AIS, trataremos de contrastar los dos recursos básicos de la interpretación contextual implícita de la información (VIAL, AIS), mediante el análisis de algunos titulares que conjugan los dos mecanismos, la atribución de sentido y la atribución de intenciones, sobre las que se fundamenta el sentido interpretado. Si se examinan títulos informativos como, por ejemplo, CiU se desmarca del PP y dice que no apoyará sus enmiendas a la Ley de Extranjería (El País, 04-12-99), Abu Mazen echa un pulso a Arafat y exige plenos poderes para gestionar la seguridad (El País, 05-09-03), La Generalitat reta al Gobierno central y decide aumentar la pensión a 135.000 viudas (El País, 22-01-04), Arafat reta a Bush y anuncia que será candidato en las elecciones de enero (El País, 27-06-02), Zapatero intenta destensar y admite que España tiene una deuda con Catalunya (La Vanguardia, 11-01-06), El PNV se alinea con el Gobierno y afirma que no hay bases para el diálogo (El País, 04-01-07), se observa que los seis tienen una misma estructura informativa y sintáctica que coordina una Atribución ilocutiva de sentido (AIS) y una locución introducida por un Verbo ilocutivo de atribución locutiva (VIAL) que incluye, claro está, una atribución ilocutiva de tono o intención (AITI). Adviértase, primero, el contenido intencional y el carácter intencionado de cada VIAL, porque no sólo acredita la locución sino que intencionadamente atribuye una determinada intención al acto mismo de decir. Obsérvese igualmente que un VIAL cualquiera podría ser sustituido por otro verbo que modificaría de forma discreta o sustancial la intención interpretada: por ejemplo, el dice del primer título y el anuncia del cuarto se podrían intercambiar y apenas cambiaría nada, pero también se podrían sustituir los dos por un advierte y entonces la intención quizá subiría de tono, porque esa intención digamos de más que representa ‘advertir’ es justamente la intención de menos que damos a ‘anunciar’ o ‘decir’. Del mismo modo, el admite del penúltimo ejemplo podría ser sustituido por dice con lo que el título dejaría de dar la fuerza de un reconocimiento a las palabras de Zapatero. Y algo parecido ocurriría con el último ejemplo si el afirma se diluyera en un simple dice.
Adviértase igualmente que la construcción de la AIS obedece siempre a un mismo proceso de valoración contextual de la locución, es decir, que el sentido global de acción que se afirma en cada caso se propone como una interpretación de lo que ha hecho o dicho alguien con una determinada intención y en una determinada situación. Y así, por ejemplo, si afirmo que Abu Mazen echa un pulso a Arafat y exige plenos poderes para gestionar la seguridad (El País, 05-09-03), se entiende que la exigencia (o petición o propuesta o vaya usted a saber: no se olvide la condición interpretativa del verbo, que además de la locución, atribuye una intención) de Abu Mazen y la situación política palestina avalan la valoración contextual propuesta; igualmente, si titulo que Ibarretxe desafía a los jueces y se reúne con Otegi para tratar sobre el fin de la tregua (El País, 23-01-07), se considera que, si unos días antes de que Ibarretxe comparezca como imputado ante el Tribunal Superior de Justicia por reunirse con el portavoz de la ilegalizada Batasuna, el lehendakari se reúne de nuevo con Otegi, ese contexto de interpretación justifica y acredita que esa nueva reunión pueda entenderse como un desafío a los jueces, y etcétera.
17. 3 La atribución ilocutiva de sentido contextual (AIS)
Más allá de interpretar la intención con que alguien ha dicho o ha hecho algo al objeto de escoger un verbo elocuente y apropiado, que atribuya la locución pero también la intención, la competencia contextual capacita al periodista para valorar el significado global de la noticia de actualidad y, de acuerdo con dicha valoración, formular lo que llamo una Atribución Ilocutiva de Sentido (AIS), un recurso habitual de la información que interpreta y valora la actualidad en relación con un contexto que se considera significativo y que resulta determinante del significado. Nótese que todo esto no es más que un proceso de contextualización de la información, que la interpretación y la valoración implícitas en la información son de orden contextual, y que el sentido calculado y finalmente atribuido al hecho de actualidad tiene una dimensión igualmente contextual. Es en este sentido que digo que la información se ha de interpretar necesariamente, porque si la noticia de actualidad no se proyecta o no se enmarca en un contexto significativo, donde encuentra o recobra un sentido global, la información resulta deficiente, queda mutilada, permanece muda. Como advertía hace ya más de medio siglo un grupo de académicos de Chicago (Hutchins Commission, 1947), el peligro y la trampa del periodismo es que puede publicar textos “factualmente correctos pero sustancialmente falsos”, y por ello, concluían, “ya no basta con reproducir los hechos verazmente, ahora es necesario informar de la verdad que encierran los hechos” (Kovach y Rosenstiel, 2003:60). Con un punto o dos menos de trascendencia (a mi modo de ver la idea de verdad está totalmente fuera de lugar, como cualquier concepto absoluto), yo diré que los hechos no sólo se han de empalabrar, también se han de hacer hablar. Claro que también se pueden hacer callar, silenciar, que es la primera trampa del periodismo, la más rudimentaria y poderosa. La atribución ilocutiva de sentido ejecuta la fórmula elemental derivada de la teoría de los actos lingüísticos de Austin, [L+C]→I, que en síntesis expresa la idea básica del acto ilocutivo o ilocución: lo que hacemos (I/AIS) cuando decimos algo (L) con cierta intención (AITI) y en determinada situación (C) además de decirla y diferente del hecho mismo de decirla.
La definición describe la alquimia fundacional de la teoría de los actos ilocutivos: decir es un modo de hacer. Una metamorfosis que a mi entender es recíproca, a saber, que si decir es un modo de hacer, también hacer es un modo de expresarse. Y puesto que el silencio puede ser tan expresivo como las palabras, y que asimismo la omisión puede resultar tan significativa como la acción, entonces tendremos que aceptar que callar también puede ser una forma de decir, de hablar, y por lo tanto un modo de hacer, y que dejar de hacer también es un modo de hacer y por lo tanto una forma de expresarse. En definitiva, si hablamos de locuciones no nos referimos solamente a palabras, sino también a silencios, y a acciones y a omisiones. La misma fórmula de la ilocución apunta los requisitos de legitimidad de una AIS cualquiera: si la ilocución es el resultado de valorar contextualmente los elementos locutivos de la noticia, entonces la periodista no sólo ha de documentar de forma fehaciente los datos de la información y el contexto de interpretación, sino que además deberá explicar, si no resultan evidentes, las relaciones significativas entre la actualidad y el contexto propuesto que acreditan, avalan y en definitiva legitiman el sentido contextual interpretado. Por ejemplo, un título como Nuevo golpe judicial contra la impunidad del Ejército argentino (El País, 20-06-03), que interpreta el sentido contextual de un hecho de actualidad, reclama que el texto informativo dé cuenta enseguida de los datos básicos de la decisión judicial y del contexto de impunidad militar que justifican adjudicar a la noticia la valoración contextual expresada por el titular. No es de extrañar, pues, que el mismo subtítulo aporte ya los datos más significativos del hecho de actualidad que legitiman el sentido global expresado por el título: “Un juez ordena detener a 10 militares por crímenes en la dictadura”. Si el título de una información es de naturaleza ilocutiva (AIS), parece no sólo razonable sino incluso necesario dedicar el subtítulo, si lo hay, a referir los datos fundamentales que acreditan la valoración del titular. Así pues, si un título interpreta que El muro de separación en Cisjordania destroza el sistema sanitario palestino (El País, 29-01-04), parece oportuno y casi obligado que el subtítulo explique, por ejemplo, que “Los hospitales quedarán cercados en enclaves aislados por verjas y rodeados de controles”. Por esto mismo, los diarios que titulan con frases largas a menudo estructuran los títulos de las informaciones más destacadas con una conjunción de ilocución y locución (I+L), estructura que según los recursos de interpretación implícita expuestos equivale a coordinar una atribución ilocutiva de sentido y una locución introducida mediante un verbo ilocutivo de atribución locutiva (AIS+VIAL).
Veamos algunos ejemplos: La Ejecutiva del PSOE da marcha atrás y renuncia a pronunciarse por un candidato (El País, 03-04-98); El PNV confirma su malestar con el PP y le avisa de que la vida parlamentaria se le puede complicar (El País, 29-10-98); Los dirigentes de CiU redoblan sus críticas al PP y lo califican de partido “agresor” (El País, 01-07-02); Gemma Nierga se salta el guión pactado y reclama a los políticos que dialoguen (El País, 24-11-00); El Ejército colombiano hace una demostración de fuerza y acaba con decenas de guerrilleros (El País, 17-01-00); El alcalde del PP condenado por abuso sexual desoye al partido y se niega a dimitir (El País, 28-01-04); Google desafía a Bush y se niega a entregar sus registros de búsquedas (El País, 21-01-06); Chirac marca distancias con Bush y dice ‘no’ a las sanciones contra Irán (El País, 19-09-06); Bielorrusia se pliega a las presiones rusas y reanuda el bombeo de petróleo a Europa (El País, 11-01-07).
Hemos argumentado que la ilocución (I) o atribución ilocutiva de sentido (AIS) es el resultado de la contextualización o interpretación contextual del hecho de actualidad, y de acuerdo con esto, si el contexto que interviene en la construcción de la AIS tiene o tiene también un carácter de Ampliación de contexto (AC) de la noticia de actualidad, entonces la AIS resultante expresará también esta dimensión de ampliación contextual, tal como ocurre en los tres primeros títulos de la lista anterior. Así, por ejemplo, si ahora la ejecutiva socialista no se pronuncia por ningún candidato (L) y días antes había anunciado que se decantaría abiertamente a favor de alguno (CI/AC), entonces parece lógico que la AIS finalmente resuelta (“La Ejecutiva del PSOE da marcha atrás”) tenga esta dimensión de ampliación contextual. Del mismo modo, si dirigentes de CiU acusan al PP de ser un partido agresor, y esto lo dicen tras algunos días de críticas contra los populares, entonces parece no sólo legítimo sino apropiado interpretar que la acusación de hoy supone que “Los dirigentes de CiU redoblan sus críticas al PP”, ilocución que no hace más que relacionar la nueva crítica con las anteriores. Generalmente, los titulares de este tipo sitúan en primer término la atribución de sentido (AIS), a excepción de los casos en que la acción interpretada es digamos que consecuencia del hecho de actualidad y, por tanto, necesariamente posterior a él, lo que obliga a intercanviar la posición de los elementos del título: VIAL + AIS. De hecho, en tales casos no deberíamos hablar de ilocuciones porque, en un sentido estricto, según la teoría de Austin no se corresponden con un acto ilocutivo (in saying) sino perlocutivo (by saying), como en el ejemplo siguiente, en el que la ilocución no tiene sentido alguno porque el sujeto no es intencional: Un terremoto causa 26 muertos en México y desata el pánico en la capital (El País, 23-01-03).
Si examinamos un título parecido al anterior pero con un sujeto intencional, veremos más clara la diferencia entre ilocución y perlocución: Israel asesina al líder de Hamás y pone a los palestinos en pie de guerra (El País, 23-03-04). En este caso, la naturaleza perlocutiva de la interpretación hace del todo inviable intercambiar el orden del título, porque el resultado sería un disparate, aun cuando Israel parece abonado a disparates de todo tipo: Israel pone a los palestinos en pie de guerra y asesina al líder de Hamás. En cambio, una interpretación de orden ilocutivo sí que podría abrir el titular: Israel endurece su política de terror y asesina al líder de Hamás. Sin embargo, la diferencia teórica entre ilocución y perlocución me parece que tiene escaso interés en el análisis del periodismo porque, tanto si se trata de un acto ilocutivo como perlocutivo, los dos actos empalabrados son el resultado de la interpretación y valoración contextual de la periodista.
Páginas atrás hemos apuntado el concepto de ilocución de segundo grado y ya es hora de explicarlo. De acuerdo con la ecuación básica derivada de la teoría de los actos lingüísticos de Austin (L±C→I), la ilocución es fruto de la interpretación contextual del hecho de actualidad, y en consecuencia, la recontextualización de la ilocución primera desembocará, claro está, en otra ilocución que considero que es de segundo grado, porque supone reinterpretar una interpretación: si L ± C1→I1, entonces I1 + C2 →I2, la cual explica la estructura (AIS1+AIS2) de un titular como América Latina avanza hacia la unión comercial y refuerza su voz frente a EE UU (El País, 18-12-03).
A fin de detallar la elaboración de una AIS2, reconstruiré paso a paso el proceso de redacción del título de una información en el que la periodista da noticia de la declaraciones que la portavoz de HB en el Ayuntamiento de San Sebastián hizo al día siguiente del asesinato de Gregorio Ordóñez (1995), concejal del PP en esa ciudad. Garmendia, que además de concejala era diputada de HB al Congreso por Guipúzcoa, convocó a los medios de comunicación en el mismo ayuntamiento a fin de hacer públicas sus reflexiones ante el atentado mortal de ETA. Entre otras consideraciones, Garmendia manifestó: “Hago estas declaraciones de acuerdo con las exigencias de mi conciencia humana y de mi dignidad política, no en calidad de portavoz del grupo de concejales de HB, pero si a título personal, en mi condición de persona y militante de HB. Ordóñez era quizás el adversario más contundente de cualquiera que fuera abertzale o progresista en el marco del Ayuntamiento y del Gobierno de la ciudad, pero como adversario político había de ser combatido con armas políticas y en el marco de una confrontación política. Lamento profundamente la muerte de Gregorio Ordóñez y quiero expresar con toda sinceridad mis condolencias a sus familiares y amigos. Manifiesto mi total desacuerdo y mi rechazo más firme contra este acto. Este atentado se caracteriza como una intervención de carácter armado en el ámbito de la lucha político-institucional, circunstancia, a mi entender, absolutamente rechazable. Este atentado puede representar un paso atrás ante cualquier estrategia negociadora o de diálogo”.
Sobra decir que la competencia contextual de la periodista, los intereses o los compromisos ideológicos del medio y de la misma periodista y la coyuntura política serán factores determinantes a la hora de titular la información o de decidir si abre portada o si se relega a un rincón par o al final de la página de inicio de la web. Pongamos que nuestra redactora tiene una elemental competencia contextual y, por tanto, entiende que lo que hace relevantes dichas declaraciones no es la persona, sino sus cargos de concejala portavoz de HB en el Ayuntamiento de Donostia y diputada, aun cuando las declaraciones las hace, dice, a título personal, es decir, que no habla en nombre de HB. De acuerdo con esta primera valoración, la redactora podría destinar el título a recoger alguna de las frases más significativas de Garmendia y escribir, por ejemplo, que “La portavoz de HB en San Sebastián lamenta “profundamente” la muerte de Gregorio Ordóñez”, o quizá, “La portavoz de HB en San Sebastián manifiesta su “total desacuerdo y firme rechazo” ante el asesinato de Ordóñez”. Serían dos títulos simples, pero aceptables.
Alguien podría decir que si las declaraciones las hizo a título personal, no se pueden atribuir a la portavoz de HB, pero yo diría que sí: si hablara en nombre de HB, ya no hablaríamos de ella, sino directamente del grupo abertzale, pero que Garmendia no hable en nombre de HB sino sólo en el propio no quita que no sea la portavoz de HB. En resumen, que si decimos que lo dijo la portavoz de HB, ya se entiende que lo dice a título personal, pero subrayamos que quien lo dice tiene tal cargo porqué consideramos que el dato es altamente significativo en la información. En otras palabras, si Garmendia fuese una militante cualquiera, entonces más que una noticia tendríamos una anécdota irrelevante. Continuemos. Quizá tras repasar la información, la redactora se atreva a dar un segundo paso y, más allá de la simple atribución locutiva (VIAL), considere que en su conjunto las declaraciones de la portavoz abertzale se pueden interpretar como una condena del atentado de ETA, o dicho en términos de Austin, que tienen la fuerza ilocutiva de una condena. Y si en primer lugar ha advertido que la noticia no son las declaraciones, que también, sino los cargos de quien las manifiesta, ahora la periodista se percata de la gravedad de dichas declaraciones, o sea, que no se trata de frases improvisadas y en caliente, sino de una reflexión madurada y calculada, escrita y hecha pública de forma voluntaria, intencionada y solemne, en un escenario institucional, en un contexto político…, y todos estos datos contextuales juntos (C1) dan a las declaraciones (L) de Garmendia la fuerza de una condena (AIS1), aunque (intencionadamente) ella no utiliza en ningún momento esta expresión. En consecuencia, la redactora estaría en situación de titular, por ejemplo, que “La portavoz de HB en San Sebastián condena el asesinato de Ordóñez o el atentado de ETA”. Y enseguida, a fin de legitimar la valoración implícita del título, recogería en el subtítulo alguna de sus declaraciones más significativas.
Pero aún podría ir más lejos. Si la periodista se documenta y comprueba que es la primera vez (AC) que un miembro de HB con responsabilidades institucionales y políticas condena un atentado de ETA, entonces puede considerar que sobre todo es la ampliación de contexto lo que hace tan relevante la noticia, o sea que aparte de los cargos de Garmendia y del nombre de la vícitma, lo importante es la valoración contextual de las declaraciones: nunca antes había sucedido nada igual, o algo así. Y visto lo visto, nuestra profesional podría titular que “Una destacada miembro de HB condena por primera vez un atentado de ETA”. Pero apenas habrá redactado ese titular, la periodista competente advertirá que si es la primera vez que alguien de HB rechaza o critica o condena un atentado es justamente porque nunca antes nadie de HB dijo nada en contra de ETA, silencio a lo sumo, y con esos antecedentes, la declaración de Garmendia se puede entender o interpretar como una forma de desmarcarse de la coalición o incluso como una manera de plantar cara a ETA. De este modo, a través de la recontextualización (C2) del sentido de condena interpretado en primera instancia (AIS1), se llega a la reinterpretación contextual de la noticia que, por analogía, llamaré Ilocución de segundo grado o Atribución ilocutiva de sentido de segundo grado (AIS2).
En casos como el analizado, será habitual resolver el titular con una AIS1 como Una concejala de HB condena el atentado (El Periódico, 25-01-95) o La portavoz de HB en San Sebastián condena a título personal el asesinato (ABC, 25-01-95), o mediante la combinación de una ilocución y una locución fundamental (AIS+VIAL), por ejemplo Una concejal de HB se desmarca de la coalición y muestra su rechazo al asesinato de Ordóñez (El Mundo, 25-01-95), pero también podría resolverlo mediante dos ilocuciones vinculadas (AIS2+AIS1), por ejemplo: Una regidora d’HB planta cara a ETA i condemna l’atemptat (Avui, 25-01-95). En definitiva, nuestra periodista no ha hecho más que someter la noticia de actualidad, el comunicado de la portavoz de HB, a un proceso de interpretación contextual, habilitada por su competencia contextual y textual, y condicionada por los intereses ideológicos o políticos, suyos y del medio. Y a través del proceso de contextualización, la periodista ha desvelado sentidos que resituan la escena de la actualidad en la trama del mundo.Por contra, la descontextualización de la noticia, intencionada o accidental, da igual, ocultaría o disimularía exactamente los mismos sentidos que el contexto sugiere y pone al descubierto.
Finalmente, abordaré las consecuencias de orden informativo, lingüístico y aún filosófico que desencadena el dinamismo de la actualidad y del periodismo, en el sentido de que lo que hoy es noticia y por tanto acción, al día siguiente ya es pasado y por consiguiente deja de ser acción y pasa a ser un estado, es decir, que la noticia que hoy se expresa a través de una oración, al día siguiente se designa mediante un nombre o sintagma nominal. La modificación morfosintáctica del hecho de referencia —de oración a sintagma— puede parecer insubstancial, pero en el caso de la noticias contextualmente interpretadas y valoradas de forma implícita mediante una AIS, puede tener considerables repercusiones de orden informativo y cognitivo. Por ejemplo, si la periodista interpreta que con sus palabras Garmendia ‘condena el atentado de ETA’, al día siguiente, cualquier referencia a la declaración de Garmendia puede hacerse mediante el sintagma que deriva de esa interpretación contextual, ‘la condena’, que se presenta como la designación digamos que natural, objetiva, de las declaraciones a las cuales de hecho interpreta, es decir, que la valoración contextual del comunicado —la condena del atentado— suplantará al comunicado mismo, y lo que en principio era una interpretación (implícita) tan legítima como se quiera de un determinado hecho de actualidad, ahora disimulará definitivamente su condición original de valoración, y se presentará como un hecho tan objetivo como el hecho interpretado, al que representa o suplanta. Si cualquier AIS disimula su condición básica de interpretación, porque se presenta como una oración que afirma algo que se da por cierto, ahora ya ni siquiera se afirma nada, lo que en alguna medida delataba al sujeto que afirma, sino que se presenta como algo que existe sin necesidad de que nadie lo afirme: el substantivo le da carta de naturaleza.
Si antes la interpretación contextual era parte del predicado, o sea, parte de lo que se afirmaba —La portavoz de HB condena el atentato de ETA—, ahora reaparece como sujeto —La condena de Garmendia abre una crisis en HB, pongo por ejemplo—. En otras palabras, ‘la condena’ se presenta ahora como un hecho certificado que disimula u oculta su condición original de interpretación, tan acreditada y legítima como se quiera, pero interpretación al fin y al cabo. En términos de Austin, diremos que detrás de la designación significativa —la condena— hay una ilocución: la interpretación y valoración contextuales de la periodista. Y si bien es cierto que la designación puede ser aprobada, compartida o consentida por el lector, igualmente puede ser discutida o impugnada, porque en ningún caso deja de ser una interpretación.
Titular, como hizo más de un diario, que Ibarretxe desafiaba a la Constitución al proponer la reforma del Estatuto vasco, no es ni más ni menos que una valoración intencionada del llamado ‘plan Ibarretxe’ que habrá que argumentar. Cada vez que luego un periódico cualquiera se refiera a la propuesta del lehendakari com ‘el desafío de Ibarretxe a la Constitución’ no hace sino disfrazar de hecho lo que no es más que una interpretación o valoración interesada del hecho digamos original: ese sintagma nominal que designa algo que se da por hecho que existe o que es cierto, oculta de hecho una ilocución (AIS). En definitiva, cualquier atribución ilocutiva de Sentido (AIS) que hoy interpreta y valora un determinado hecho de actualidad, se puede reutilizar al día siguiente como una designación significativa (DS) que disimula o esconde aún más la interpretación y valoración disimulada y transmitida por la ilocución original.
Adviértase, pues, que lo que hoy es noticia, mañana es contexto, lo que hoy es acción, mañana es estado, lo que hoy se afirma mediante una oración, mañana se expresa mediante un sintagma nominal o un substantivo, lo que hoy es una atribución ilocutiva de sentido contextual (AIS), mañana será una Designación significativa (DS). De este forma, verbos como ‘desafiar’, ‘castigar’, ‘desautorizar’, ‘criticar’, ‘apoyar’, ‘despreciar’, ‘vengar, ‘enfrentar’, ‘escandalizar’, ‘insinuar’, ‘acorralar’ y tantos otros, alrededor de los cuales pivotan muchos títulos de interpretación contextual, pueden ser reutilizados enseguida en forma de substantivos para designar supuestos hechos que no son más que interpretaciones y valoraciones de otros hechos o datos primarios; y no sólo esto, porque estos substantivos que, no se olvide, contienen en su núcleo una AIS, pueden ser utilizados para elaborar una nueva interpretación contextual, de modo que se interpreta sobre otra interpretación, o por decirlo de forma más gráfica, esa nueva AIS contiene otra AIS enquistada en su interior, aunque disfrazada de substantivo, y a veces de adjetivo, que llamo Designación significativa (DS), o Determinación significativa (DtS) en el caso de adjetivos. Algunos ejemplos harán más claro lo expuesto. En un título como El enfrentamiento entre Londres y París bloquea el presupuesto europeo, (El País, 13-06-2005) es fácil advertir la condición de atribución ilocutiva de sentido de toda la frase (AIS), que a su vez contiene otra interpretación que proviene de una AIS anterior: Londres y París se enfrentan. Del mismo modo, en los dos títulos siguientes, Los escándalos de tres ministros británicos ponen de nuevo a Blair a la defensiva (El País, 28-04-06), Los escándalos lastran a Lula (La Vanguardia, 02-10-2006), observamos idéntica estructura informativa, una AIS que contiene otra AIS enquistada en forma de substantivo: ‘los escándalos”. En ambos casos, pues, se interpretan y valoran los efectos (‘ponen a Blair a la defensiva’, ‘lastran a Lula’) de algo que en sí ya es una intepretación o valoración del mismo calibre (‘escándalos’). A veces, esa AIS original es reutilizada como adjetivo: Un acorralado Villepin admite que se habló de Sarkozy en la gestación del ‘caso Clearstream’ (El País, 05-05-06). En este ejemplo, aunque el título en su conjunto es de naturaleza locutiva (VIAL: admite), también contiene una AIS enquistada en forma de adjetivo, ‘acorralado’, una determinación significativa (DtS) que proviene de una AIS anterior: Los jueces acorralan a Villepin.
17. 4 Estructuras sintácticas particulares de la contextualización: la designación y la determinación significativas
En el apartado dedicado a examinar las formas básicas de contextualización de la información, hemos explicado y acreditado que el contexto de interpretación (CI) habitualmente se sitúa en la periferia de la estructura sintáctica, consecuencia gramatical de su condición de marco de interpretación de la actualidad, pero también hemos apuntado que la periodista puede aportar contextos de interpretación y valoración mediante formas gramaticales más discretas, como nombres y adjetivos, y estructuras sintácticas simples, como los complementos del nombre, especialmente las oraciones de relativo y participio, todas ellas igualmente eficaces a la hora de instigar determinadas interpretaciones de la información o de valorar el alcance de la noticia de actualidad. Por ejemplo, cuando un coche bomba mató al ex ministro libanés Elie Hobeika, muchos periódicos apuntaron la razón y el sentido del crimen mediante el contexto de interpretación que aportaba la intencionada y significativa forma de designar a Hobeika: Una bomba mata al responsable y testigo clave de la matanza de Sabra y Chatila (El País, 25-01-02). De un modo parecido, cuando el periodista Hrant Dink, un destacado líder de la comunidad armenia en Turquía, fue abatido por un pistolero a las puertas del semanario que dirigía, Agos, en el centro de Estambul, numerosos medios se referían al periodista asesinado mediante significativas designaciones que subrayaban el sentido político del crimen, o dicho en otros términos, con la designación se aportaba un contexto de interpretación de la noticia: Asesinada la voz de los armenios de Turquía (El País, 20-01-07).
Así como la periodista se ocupa de interpretar el sentido contextual de las palabras y las acciones mediante la atribución ilocutiva de sentido (AIS), o de valorar las intenciones que musculan las locuciones a través de los VIAL, del mismo modo y con toda la intención del mundo, la periodista introduce en la información contextos de interpretación mediante la designación o la determinación de hechos y sujetos de la actualidad, como pone de manifiesto la intencionada y significativa determinación que sostiene el título siguiente: Zougam fue adoctrinado por el imam que inspiró la matanza de Casablanca (El Mundo, 21-03-04). Y también en este otro titular, El Supremo tumba las teorías de la conspiración del 11-M que apoya el PP (El País, 12-01-07), en el que mediante una determinación significativa —la oración de relativo—, el periodista da una proyección política al revolcón judicial.
Las decisiones del periodista siempre son intencionadas, nunca son neutras, a lo sumo pueden ser negligentes o irresponsables, y eso también vale a la hora de designar, determinar o calificar cualquier sujeto u objeto de la noticia de actualidad. Otra cosa distinta es que esas designaciones y esas determinaciones se consideren significativas o irrelevantes: a través de los nombres y los complementos del nombre, la periodista puede aportar una intencionada visión del mundo y con ello orientar, promover o condicionar una determinada valoración e interpretación de la noticia de actualidad y, en consecuencia, disimular o silenciar cualquier otra interpretación. Un mismo sujeto de referencia puede ser designado de formas muy diversas, y cada nombre puede implicar un juicio de valor distinto o incluso contrapuesto al juicio de valor suscitado por otras palabras. No es lo mismo, por ejemplo, referirse a ETA como ‘banda terrorista’ o ‘banda criminal’ que como ‘organización armada independentista vasca’, que es la acepción que propone el diccionario del IEC (1995: 823) bajo la entrada ‘etarra’. O Movimiento Vasco de Liberación, que es como Aznar llamó a los terroristas de ETA cuando su gobierno estaba negociando con ellos. Sí, sí, Aznar en plan Otegui.
Un segundo ejemplo muy significativo de designación, que tiene una reconocida tradición política, lingüística y social, nos permitirá poner al descubierto la carga ideológica que arrastran las palabras con las que referimos el mundo. A raíz del asalto de la embajada japonesa en Lima por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) la Navidad de 1996, El País publicó una entrevista con el jefe del comando del MRTA que provocó las quejas de algunos lectores por una sola palabra, guerrilleros, que era el nombre con el que el periodista se refería a los asaltantes: los designaba y los calificaba, claro está, por esto decimos que la designación es significativa. El entonces defensor del lector, Francisco Gor, dedicó una de sus columnas al asunto (El País, 16-02-97), en la que destacaba que los lectores citados “tienen la sensación de haber observado una cierta complacencia hacia la actuación de ese grupo armado al adjetivársele de guerrillero en la entradilla de la entrevista”. Gor recogía, por ejemplo, los argumentos de un ciudadano peruano residente en Sevilla que, para evitar malentendidos, se declaraba opositor al gobierno autoritario de Fujimori: “Cuando en Europa en general, y en España en particular, algún grupo secuestra ciudadanos, dinamita coches o acribilla personas inocentes, a nadie se le ocurriría llamarles guerrilleros, porque aquí son terroristas. Tal es la discriminación semántica que creo advertir en el tratamiento que EL PAIS da a la toma de la Embajada japonesa en Lima: en el Tercer Mundo actúan guerrilleros (idealistas, solidarios, heroicos, románticos), y en el Primer Mundo sólo terroristas (fanáticos, criminales, cobardes y mezquinos). […] Acaso alguien toleraría en España que los activistas de ETA fuesen considerados guerrilleros” (El País, 16-02-97).
La queja del lector parece razonable. Claro que alguien podría protestar por lo que insinúa cuando escribe que los terroristas “acribillan personas inocentes”. No parece muy inocente hablar de personas inocentes, porque presupone que las hay culpables, o por lo menos de no inocentes. Es aquello que tantas veces se dijo y que aún se escucha, que las criaturas son víctimas inocentes del sida. Y si hay víctimas que son inocentes, entonces es que hay víctimas culpables, es decir, que en alguna medida tienen lo que se merecen, ¿no? No, las palabras quizá sean inocentes, pero la intención con que se usan, nunca.
Los conceptos de Designación significativa (DS) y de Determinación significativa (DtS) que ahora mismo expondré reclaman una introducción sintáctica elemental. Ya se sabe que un sintagma nominal está integrado necesariamente por un nombre (N) que, además, puede estar acompañado por un determinante (Dt) y/o un complemento del nombre (Cn), de modo que la estructura básica del sintagma nominal se puede expresar así: (Dt+) N (+Cn). Cuando el periodista ha de referir cualquier sujeto u objeto de la actualidad, necesariamente deberá ajustar un sintagma nominal, que designará al sujeto u objeto de acuerdo con su forma de ver las cosas. Y en la medida en que tal designación resulte significativa desde el punto de vista de la información, hablaremos de designación significativa (DS) si estimamos que lo significativo es el nombre sólo o el sintagma entero, y hablaremos de determinación significativa (DtS) si consideramos que el elemento significativo de la designación se concentra o en el determinante o en el complemento del nombre. Claro está que si el determinante o el complemento del nombre son informativamente significativos, también lo será el nombre al que determinan o complementan, o sea que de hecho, cualquier determinanción significativa (DtS) comporta que la designación en su conjunto sea igualmente significativa (DS).
De todos modos, doy carta de naturaleza al concepto de Determinación Significativa porque los periodistas recurren muy a menudo a los complementos del nombre, en especial a las oraciones de relativo y de participio, para aportar claves de interpretación contextual que son determinantes del sentido sugerido y finalmente interpretado por el lector. Sentido que, no se olvide, en estos casos no se expresa abiertamente, sólo se insinúa mediante datos, documentados, eso sí, y más o menos incontestables. Los ejemplos nos aclararán los dos conceptos. Si examinamos el siguiente título, La valla que costó 5.000 millones no logra frenar la avalancha de inmigrantes en Ceuta (El País, 05-07-98), advertimos que el complemento del nombre —la oración de relativo— es altamente significativo (DtS), porque aporta un contexto de interpretación que, además del fracaso anunciado, da a entender que la valla ha sido un error carísimo, una decisión equivocada, una forma de despilfarrar dinero publico, etcétera. Sobra decir que si el complemento del nombre es informativamente significativo, igualmente significativo será el sintagma entero, por eso digo que si la determinación es significativa (DtS) también lo será la designación (DS) de la que forma parte, aunque el contexto de interpretación sea una aportación exclusiva de la oración de relativo.
Pero que la oración de relativo sea una fórmula recurrente de los mecanismos de contextualización, porque permite al periodista insertar contextos que serán determinantes del sentido de la información, esto no implica que la determinación significativa no se pueda resolver a través de otras formas de complemento del nombre que, en cualquier caso, llevarán a cabo una misma función de contextualización de la actualidad que aventará y atizará unas determinadas inferencias y no otras, a veces razonables, a veces discutibles, pero no siempre legítimas. Un simple adjetivo puede aportar una DtS a la información, y no por ello ha de ser menor el efecto contextual, ni mucho menos. Obsérvese, por ejemplo, el título que sigue, Una empresa vasca exporta grilletes para presos que España no permite por vejatorios (El País, 02-10-00), y enseguida se advierte que el adjetivo es tan objetivo como perverso es el significado que alienta, sobre todo cuando luego se contrapone a la significativa y rojigualda determinación que complementa a los grilletes. Con la misma objetividad, es decir, con datos igualmente incontestables, otro diario habría podido titular que Una empresa española exporta grilletes para presos que la ley no permite por vejatorios, o mejor todavía y a las antípodas de la intención del primero, escribir que España exporta grilletes para presos que la ley no permite por vejatorios. Veamos ahora una determinación significativa ejecutada mediante un adjetivo en apariencia valorativo pero judicialmente avalado, y por consiguiente legalmente incontestable: El Gobierno de Aznar indulta al juez prevaricador Gómez de Liaño (El País, 02-12-00). Idéntica estrategia había utilizado Pedrojota en el mismo proceso, pero con un sintagma adjetival que de hecho no era más que coartada informativa para alterar los papeles de la prevaricación: Dos jueces afines al PSOE condenan a Liaño por su investigación a Polanco (El Mundo, 16-10-99). Si en un caso Liaño aparecía como un delincuente al servicio de y bajo la protección del amo y señor del PP, en el otro eran los jueces lo que quedaban bajo sospecha de prevaricación y al servicio de los socialistas, y de rebote Liaño parecía un juez honesto y valiente, y todo esto sin apenas decir nada, claro, con sólo dos adjetivos que aportaban un contexto de interpretación tan incontestable como eficaz.
Siete años después, los dos periódicos andaban de nuevo a la greña, con las mismas técnicas, casi con los mismos términos, con la prevaricación como asunto, otro juez como pretexto y la derrota del PP tras el 11-M como campo de batalla: Un juez afín al PP denuncia a Garzón tras desvelarse la trama del ácido bórico (El País, 03-10-06); El Poder Judicial niega el amparo a Garzón que pedían los vocales afines al PSOE (El Mundo, 04-10-06); El sector del PP en el Poder Judicial se niega a defender a Garzón de la campaña de insultos (El País, 04-10-06). Dos determinaciones y una designación significativas que tienen una misma función informativa, aportar un contexto político como clave de interpretación de la noticia judicial de actualidad, es decir, que en los tres títulos se airean acusaciones de prevaricación o de servilismo o de parcialidad contra jueces del CGPJ que no se dicen abiertamente, claro está, pero que se dan a entender con toda claridad. Adviértase, además, que en el último título hay otra designación significativa, ‘campaña de insultos’, que proviene de una AIS anterior que, por así decirlo, se ha fosilizado, ha dejado de ser oración y ha obtenido carta de naturaleza substantiva.
Y es que con un simple adjetivo, no digo un adjetivo calificativo, que nos delataría enseguida, sino con un adjetivo de naturaleza objetiva, indiscutible por tanto como dato, podríamos convertir un asesinato en un crimen racista, y a la inversa, eliminando ese mismo adjetivo, podríamos convertir un crimen racista en un simple asesinato. Obsérvese, por ejemplo, que si al siguiente título le amputamos el adjetivo subrayado (DtS), el racismo del crimen desaparece: Dos encapuchados matan a tiros a un joven magrebí en El Ejido (El País, 16-11-98). De todos modos, es muy habitual el recurso a las oraciones de relativo y de participio como determinaciones significativas (DtS) que aportan contextos en que la noticia de actualidad resulta significativa. Contextos que a veces sugieren una interpretación o apuntan una explicación de la actualidad, y a veces sustentan en gran medida no sólo el sentido de la noticia sino a la noticia misma, convertida así en noticia implícita, determinada por el contexto de interpretación aportado, del cual depende. En casos así, la noticia no se refiere a lo que se dice, sino sobre todo a lo que se da a entender mediante el contexto de interpretación aportado por la oración de relativo (DtS). Es el caso de la noticia que suscita, por ejemplo, el título Matas sitúa al frente de una fundación a una mujer que lleva dos años de baja (El País, 28-01-02): parece claro que sin el contexto que aporta la oración de relativo, la noticia pierde todo su sentido informativo que, por otro lado, es implícito, es decir, que la noticia no es lo que dice el título, sino todo lo que el título no dice abiertamente pero da a entender sin lugar a dudas. Y puestos a jugar, obsérvese que la noticia tomaría un camino muy distinto, aunque igualmente implícito, si le quitáramos la oración de relativo, porque entonces ‘mujer’ se entendería como una designación intencionada y altamente significativa: Matas sitúa al frente de una fundación a una mujer. Bueno, no se exciten, sólo es un ejemplo.
Algunos ejemplos más de DtS, tanto con oraciones de relativo como de participio, nos darán una idea de la recurrencia de la técnica y de su eficacia como motor principal de noticias que van mucho más allá de lo dicho, que en buena parte sólo se insinúan, se sugieren, se apuntan: La dirección del PP catalán asiste a un acto contra el Estatuto del Foro de Ermua al que no acude Piqué (El País, 05-02-06); Justicia niega el indulto al testigo protegido que evitó el asesinato del fiscal antidroga (El País, 03-02-06); Detenido un hombre que pasó la víspera del 11-M con un autor del atentado (El País, 03-02-05); Halladas 231 pistolas cuyo robo en Francia se atribuyó a ETA (El País, 14-06-03); Declarado inconstitucional el Presupuesto vasco de 2002, aprobado gracias a Batasuna (El País, 17-01-2003); Se suicida un ex coronel chileno procesado por crímenes en la dictadura (El País, 18-01-05); Un concejal del PP de Murcia es socio de una empresa autorizada a construir pisos en la ciudad (El País, 20-01-06); Camps abre el curso político rodeado de cargos del PP imputados por corrupción (El País, 31-08-06). A modo de ejemplo, si al primer título le quitamos la oración de relativo, la noticia quedaría reducida a lo dicho, a la presencia del PP catalán en un acto contra el Estatuto, y dejaría de centrarse en la ausencia de Piqué, que se propone como clave y núcleo de la noticia que no se dice, sólo se da a entender. Del mismo modo, si al último título le amputamos el contexto de interpretación aportado por la oración de participio ‘imputados por corrupción’ (DtS), la noticia pierde su sentido implícito, que de hecho es todo su sentido: lo que se insinúa, sugiere o se da a entender del presidente valenciano, pero sin decirlo, claro. Esa es la técnica, la gracia y, a veces, la trampa.
En todo caso, la interpretación o la explicación del hecho de actualidad que sugiere el contexto aportado por una oración adjetiva, de relativo o de participio, es siempre de naturaleza implícita, se sugiere, se insinúa, se infiere: es la asociación contextual lo que precipita o alienta tal interpretación o tal explicación que, una vez liberada, se sobrepone al hecho de referencia hasta el punto de apropiarse del sentido mismo de la noticia. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en un título como el siguiente, Asesinado en Madrid un sirio que testificó en el juicio del comerciante de armas Al Kassar (El País, 21-06-98), donde el significativo contexto aportado por la oración de relativo subrayada (DtS) invita a una determinada interpretación del asesinato, aunque luego el texto de la información parece más bien desmentir tal interpretación, no sólo porque nada más empezar asegura que “la policía no sabe quién ni por qué asesinó ayer al sirio Mustafá Nasimi”, sino porque enseguida añade un nuevo contexto mediante otra oración de relativo (DtS) que propone otra clave de interpretación del asesinato no sólo distinta sino sin relación aparente con la explicación promovida por el titular: “dos de cuyos hijos fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1994 en Madrid por un grupo de sicarios contratados por un ‘cartel’ colombiano del narcotráfico”.
De forma idéntica, un título como Atentado contra el diario que reveló la relación de Chávez y las FARC (El País, 01-02-02), apunta sin decirlo, implícitamente pues, una razón y una denuncia del atentado mediante el contexto que aporta la oración de relativo. Y esto mismo, sugerir una explicación del hecho de actualidad, es también lo que precipita el contexto aportado por la determinación significativa del título siguiente, resuelto en este caso mediante un sintagma adjetival un tanto artificioso: Asesinado el controlador aéreo del choque de aviones sobre Alemania (El País, 26-02-04). Todo el mundo entiende que a través del contexto se propone una determinada explicación del crimen, pero sin decirlo, sólo como una hipótesis sugerida pero no expresada que, en el texto, debería sustentarse con algún indicio razonable, más allá de la coincidencia que destaca el título. Asimismo, en un título como el siguiente, Múgica recurre aspectos del Estatuto catalán que respeta en el valenciano (El País, 22-09-06), la determinación significativa subrayada no hace más que delatar, sin decirlo, las intenciones del Defensor del Pueblo de España que tanto gusta al PP. Fíjense, yo mismo acabo de hacer una intencionada determinación significativa del sujeto, que tanto gusta al PP (otra).
Sea un simple adjetivo o bien sea una oración de relativo o de participio, una determinación significativa lo mismo puede aportar un contexto de interpretación a la información que una ampliación de contexto. No lo hemos expuesto abiertamente, pero de hecho ya hemos podido observar mediante los ejemplos examinados en su momento que las categorías gramaticales que ejecutan la ampliación de contexto (AC) o son adjetivos (otro, nuevo…) o bien son adverbios o expresiones adverbiales (ahora, sólo, también, por fin, por sorpresa…), es decir, que o son complementos del nombres o son complementos del verbo. No nos debería sorprendrer, pues, que una oración de relativo o de participio, que no son sino una forma particular de complemento del nombre, también puedan comportar una ampliación contextual de la noticia de actualidad, que es la función informativa de la oración adjetiva del siguiente título: Fraga da a Alberto Fernández el respaldo que negó a Vidal-Quadras (El País, 30-10-96). El título pone en relación dos hechos, lo que ha hecho Fraga ahora y lo que no hizo o no quiso hacer antes, que de hecho es la misma cosa, asistir o no asistir a una reunión del comité ejecutivo del PP catalán. He dicho que el título relaciona dos hechos, lo que no deja de ser una licencia o exageración, porque ‘el respaldo’ en cuestión no es más que una intepretación y valoración de lo que Fraga no hizo antes y en cambio ahora hace; se trata, pues, de dos designaciones significativas que tienen su origen en una AIS: Fraga niega el respaldo a Vidal-Quadras, Fraga respalda a Fernández. O sea que, en sentido estricto, deberíamos decir que lo pone en relación el título no son dos hechos (la asistencia y la no asistencia del viejo franquista a una reunión del PP catalán), sino dos intepretaciones y valoraciones (AIS) de ese dato de referencia.
Insisto en la metamorfosis habitual de la AIS, que si en principio se expresa mediante una oración completa que valora e interpreta una acción (Fraga respalda a Fernández; Fraga no respalda a Vidal-Quadras), de inmediato se transforma en un complejo sintagma nominal que designa un acto (El respaldo que Fraga negó a Vidal-Quadras) que, a pesar de su apariencia de hecho cierto, acreditado, objetivo dirían algunos, arrastra la misma interpretación y valoración implícitas que las AIS de las que procede: Fraga respalda a F./ Fraga no respalda a V-Q. Obsérvese que el sintagma citado procede la comparación de las dos AIS, y por eso es una designación doblemente significativa, significativa por el nombre, el respaldo, que es una DS que proviene de las dos AIS, y significativa por el complemento del nombre, que negó a Vidal-Quadras, una DtS que constituye una ampliación de contexto (AC). Reitero, pues, que una AIS cualquiera deja siempre en herencia una DS que arrastra la misma carga de interpretación y de valoración, por mucho que la tradición objetivista (nominalista o realista, lo mismo da) nos quiera hacer creer que detrás de cada nombre (substantivo, dicen) hay un hecho objetivo y no una intencionada y quizá interesada interpretación de la realidad, la misma que hay por ejemplo debajo de la designación significativa (DS) del título El Papa cambia de estrategia y opta por un catalanista para sustituir a Carles (El Mundo, 27-03-04).
A veces, sobre todo por una cuestión de estilo o de espacio, la oración de relativo deriva en una estructura de participio, hecho evidente en un título como El secretario general de Universidades pide una plaza en la convocatoria [que fue] criticada por Del Castillo (El País, 17-01-02), y también en este otro: Ascendido a general Blas Piñar, [que fue] arrestado en 1981 por un manifiesto golpista (El País, 17-01-04). Obsérvese igualmente que en titulares como estos, la determinación significativa, más que un contexto de interpretación, aporta el contexto fundacional de la noticia, es decir, que sin ese contexto no habría noticia, del mismo modo que ocurría con la significativa visita de Pujol a Codorniu que vimos en el capítulo X.
Como mecanismo de interpretación implícita, que bascula entre la valoración y la explicación de la noticia de actualidad, podríamos distinguir dos categorías de designaciones significativas según la naturaleza digamos objetiva o valorativa de la designación. Para entendernos, si comparamos dos títulos como los siguientes, El cuñado de Zaplana gestionará 15.000 millones en compras de Terra Mítica (El País, 02-04-98), Independentistas catalanes atacan con explosivos una sede de Hacienda (El País, 16-11-98), uno cae en la cuenta fácilmente de que se trata de designaciones de consistencia distinta, objetiva una, valorativa la otra, si bien en los dos casos son altamente significativas y determinantes del sentido por un igual. Que una sea de naturaleza digamos objetiva y que la otra en cambio sea fruto de una interpretación parece fuera de casi toda duda, porque en el primer caso, o es el cuñado de Zaplana o no lo es, aunque incluso esto podría ser discutible[2], mientras que en el segundo caso, la designación es tan claramente de condición interpretativa, que al redactor no le cuesta nada reconocer en la primera frase de la información que de hecho no (se) sabe quiénes son los autores del ataque: “Unos desconocidos lanzaron ayer cuatro artefactos incendiarios…”. No podría hacer lo mismo con la familia Zaplana.
Quizá podríamos hablar de designaciones de primer y de segundo grado, porque si en un caso el periodista interpreta que cierto aspecto objetivo del sujeto que quiere designar (‘el cuñado de Zaplana’, por ejemplo) resulta significativo y lo propone intencionadamente aunque implícitamente como clave de interpretación y valoración de la noticia, en el otro caso propone una designación significativa que en sí misma ya es una primera valoración ideológica o un simple prejuicio del sujeto designado (‘independentistas’, por ejemplo), de modo que en este segundo ejemplo, el periodista propone como contexto de interpretación de la actualidad una designación que ya es ella misma una interpretación y valoración tan intencionada como determinante de la percepción de la realidad. Quede bien claro, sin embargo, que la condición objetiva o valorativa de la designación significativa no afecta para nada ni su carácter intencionado ni su eficacia informativa, y en este sentido las designaciones llamadas de primer grado pueden resultar todavía más tramposas, justamente por la coartada que supone su condición digamos objetiva.
Todos los ejemplos de designación siguientes acreditan su condición digamos objetiva, porque sólo pueden ser o ciertas o falsas, pero esto no afecta para nada a su capacidad de significación implícita, todo lo contrario: El ex responsable estadounidense de la búsqueda de armas en Irak acusa a la CIA de exagerar (El País, 27-01-04); Un ex guardia civil mata a tiros a una mujer y hiere a otras dos personas (El País, 24-04-04); El contrabandista Txofo asegura que Dorado le confesó que Bayo y él asesinaron a Lasa y Zabala (El País, 20-01-00); Un ex boxeador mata a puñetazos a un hombre en Torrevieja (El País, 27-10-96). Digo que todas son designaciones objetivas porque el hecho de haber sido responsable de la búsqueda de armas en Irak o el hecho de haber sido boxeador, por ejemplo, o es cierto o no es cierto, no hay margen para interpretaciones, pero que la designación sea cierta, objetiva por así decirlo, no quita que no sea intencionada y altamente significativa y efectiva. Sólo hace falta leer la primera página del libro de estilo de El País para darse cuenta de que la designación del criminal como ‘ex boxeador’ no tiene nada de accidental, sino que es intencionada y consecuente con sus Principios de política editorial que en el punto 1.4 advierten que el diario “no publica informaciones sobre la competición boxística, salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por los púgiles o reflejen el sórdido mundo de esta actividad”. O sea, que cuando El País titula que un ex boxeador mata a puñetazos a un hombre en Torrevieja, además de informar del crimen, lo que hace es sobre todo denunciar “el sórdido mundo del boxeo”.
En conclusión, cuando hablo de Designaciones o de Determinaciones que son informativamente Significativas, no me refiero a su significado referencial, propio de los substantivos, por ejemplo: significativo en este caso quiere decir que más allá de este significado meramente referencial, tal designación o determinación suscitan una inferencia, aportan un Contexto de interpretación que provoca inferencias, o sea, que da a entender algo que no dice, pero lo da a entender diciendo lo que dice. Si yo titulo, por ejemplo, que Un primo de Evo Morales recibe una subvención de veinte millones de bolivianos, es evidente que diciendo lo que digo doy a entender algo que no digo. En este caso, destacaremos que Un primo de Evo Morales es una Designación Significativa en la medida de que además se su sentido referencial, provoca, suscita, sugiere, desencadena una determinada inferencia.
En otros casos, la misma Designación o Determinación Significativa ya es ella misma una Inferencia, ella misma ya es una Interpretación, Valoración y Opinión del mundo. Por ejemplo, si yo titulo que el Delirio soberanista de Mas fractura a la sociedad catalana —un puro delirio objetivo—, es evidente que llamar Delirio soberanista a algo que haya hecho o dicho el President de Catalunya es sobre todo una Designación de naturaleza inferencial, es decir, que a pesar de su pretensión inferencial, ella misma es una Interpretación, Valoración, Calificación, Opinión de lo dicho o hecho por Mas. Lo mismo ocurre en este otro ejemplo: “Este resultado, de confirmarse, supondría un respiro para el presidente Enrique Peña Nieto, a quien los escándalos inmobiliarios y la tragedia de Iguala habían colocado contra las cuerdas”. Todo el fragmento subrayado es una oración de relativo que complementa al nombre del presidente mejicano; se advierte igualmente que toda esta Determinación no es de orden referencial, sino inferencial, ella misma es una Interpretación, Valoración del mundo en la medida que califica algo como escándalo, a otro algo como tragedia y finalmente dice que todo eso, escándalo y tragedia, habían puesto contra las cuerdas a Peña Nieto. En fin, concluyo, una Designación o una Determinación es informativamente significativa o bien porqué más allá de su sentido referencial desencadena una determinada Inferencia (una Interpretación, Valoración, Opinión del mundo) o bien porqué más acá de su pretensión referencial ella misma ya es una Inferencia.
17. 5 Fórmulas elementales de la interpretación explícita en la información de actualidad
Hasta ahora hemos examinado los recursos básicos de la interpretación y la valoración implícitas en la información. En este apartado final, en cambio, voy a introducir las expresiones elementales de la interpretación explícita, es decir, las estructuras sintácticas básicas que ponen de manifiesto la interpretación formal, explícita, de la información, aunque de un modo tan exiguo y rudimentario que apenas se percibe como tal. A grandes trazos, podemos decir que en muchos casos se trata de enunciados informativos que se limitan a expresar abiertamente la construcción de la ilocución (L±C →I), de modo que la interpretación se hace manifiesta, explícita, porque reproducen casi literalmente el proceso constitutivo del acto ilocutivo: al decir o al hacer alguien algo (o al dejar de decirlo o de hacerlo), interpreto que ese sujeto lleva a cabo una determinada acción, que es exactamente la articulación argumental que gobierna los cinco títulos siguientes, El PP impide un debate a fondo sobre Irak al negar una segunda réplica a la oposición (El País, 05-01-03), Los chiíes echan un pulso a EEUU al negarse a firmar la nueva Constitución (El Mundo, 06-03-04), Irán desafía a la comunidad internacional al reiniciar su programa nuclear (El País, 10-01-06), La Audiencia desmonta la tesis del PP al afirmar que el 11-M se hizo con Goma 2 (El País, 26-09-06), China provoca la alarma mundial al destruir con un misil un satélite meteorológico (El País, 20-01-07), títulos en los que fácilmente distinguimos el elemento que se interpreta (‘negar una segunda réplica a la oposición’, ‘negarse a firmar la nueva Constitución’, ‘reiniciar su programa nuclear’, ‘afirmar que el 11-M se hizo con Goma 2’, ‘destruir con un misil un satélite’) y la interpretación que se propone de forma explícita (‘El PP impide un debate a fondo sobre Irak’, ‘Los chiíes echan un pulso a EEUU’, ‘Irán desafía a la comunidad internacional’, ‘La Audiencia desmonta la tesis del PP’, ‘China provoca la alarma mundial’). Es solamente la contracción preposicional al lo que delata de forma precaria la condición explícita, formal, de la interpretación, porque pone de manifiesto la equivalencia entre los dos términos de la interpretación, a saber, el elemento interpretado y la interpretación propuesta. En todos estos ejemplos, la interpretación es explícita, es cierto, pero en un grado tan incipiente, que con un cambio minúsculo, la sustitución de la preposición a por la conjunción y, el título ocultaría su naturaleza interpretativa y desplegaría una conjunción de ilocución y locución (AIS+VIAL), y lo que antes era una interpretación explícita ahora pasaría a ser atribución ilocutiva de sentido (AIS), que es un mecanismo recurrente de la interpretación implícita: La Audiencia desmonta la tesis del PP y afirma que el 11-M se hizo con Goma 2, por ejemplo. En este punto, será apropiado notar que al transformar una interpretación explícita en implícita, la estructura resultante no siempre será del tipo AIS+VIAL, a veces será necesariamente a la inversa, VIAL+AIS, por una razón que ya expusimos páginas atrás al distinguir entre ilocución y perlocución. Vimos entonces un ejemplo, Israel asesina al líder de Hamás y pone a los palestinos en pie de guerra, cuya estructura no es la habitual AIS+VIAL, sino al revés, VIAL+AIS, justamente por el carácter perlocutivo y no ilocutivo de la interpretación contextual, que obligaba a posponer la interpretación. Lo mismo sucede en el caso de un título como el siguiente, El Defensor del Pueblo irrita a la Generalitat al no recurrir los artículos del Estatuto andaluz idénticos al del catalán (El País, 20-06-07), en el que se distingue claramente una estructura de interpretación explícita: en segundo lugar el elemento interpretado de orden locutivo, y en primer término la interpretación explícita de orden perlocutivo. Si probáramos de ocultar esa interpretación explícita, que fuera sólo implícita, el resultado no podría ser como si fuera una ilocución, El Defensor del Pueblo irrita a la Generalitat y no recurre los artículos del Estatuto andaluz idénticos al del catalán, que sería un disparate aún mayor (aunque tratándose de Múgica cualquiera sabe), sino que deberá invertirse (el título, no el defensor), como exige cualquier perlocución: El Defensor del Pueblo no recurre los artículos del Estatuto andaluz idénticos al del catalán e irrita a la Generalitat.
En cualquier caso, se trata de un asunto menor que el sentido común resuelve con acierto, y además, como señalé en su momento, la diferencia entre ilocución y perlocución me parece casi irrelevante en el análisis de la información, porque tanto la ilocución como la perlocución, ambas son fruto de la interpretación y valoración contextual de la periodista. En todos estos casos la estructura de la interpretación explícita es idéntica: en primer lugar, la interpretación propuesta, y luego el elemento interpretado, que se articula sintácticamente mediante una preposición (al + infinitivo, con + nombre), o mediante un gerundio, de modo que las diversas formas son equivalentes e intercambiables. Veamos algunos ejemplos: Netanyahu da otro giro a la derecha al invitar al Gobierno al movimiento colono (El País, 26-04-98); Hezbolá reabre el frente de guerra contra Israel al atacar una patrulla al sur de Líbano (El País, 27-11-00); Los albaneses de Kosovo desafían a Serbia con una masiva participación en los comicios clandestinos (El País, 23-03-98); Netanyahu desafía a los palestinos con un nuevo asentamiento judío en el corazón de Jerusalén (El País, 11-12-96); Hamás se suma al bloqueo del proceso de paz con un coche bomba en Jerusalén (El País, 07-11-98); Las bolsas dan su apoyo al euro con subidas generalizadas (El País, 05-05-98); 30 etarras en situación irregular retan al Gobierno francés presentándose públicamente (El País, 16-11-98).
Ahora bien, que ésta sea la estructura más habitual de la interpretación explícita no significa que no haya otras en las que más que interpretar o valorar el sentido de la noticia de actualidad, lo que se interpreta es la intención con que se hace algo, lo que se pretende, o la razón por la que se hace. Por ejemplo, un título como La mayoría conservadora del Poder Judicial ningunea a Garzón para impedir su ascenso (El País, 27-06-06), interpreta abiertamente que la intención o pretensión de ‘la mayoría conservadora del Poder Judicial’ (DS) al hacer algo que el periodista interpreta como ‘ningunear a Garzón’ (AIS) no es otra que la de ‘impedir su ascenso’, que es la interpretación explícita que se propone. De igual manera, en un titular como Duran y Mas se enfrentan en el seno de CiU para imponer su estrategia en las generales (El País, 21-06-07), el periodista interpreta abiertamente, explícitamente, que la razón de ese enfrentamiento entre Duran y Mas, que no es más que una valoración e interpretación implícitas de los hechos, no es otra que la de intentar imponer una determinada estrategia electoral. Así pues, en los dos títulos examinados se propone una interpretación explícita (‘para impedir su ascenso’, ‘para imponer su estrategia en las generales’) de unos hechos que en sí mismos no son más que una interpretación y valoración implícitas de otros hechos (‘la mayoría conservadora del Poder Judicial ningunea a Garzón’, ‘Duran y Mas se enfrentan en el seno de CiU’), que pueden ser tan razonables y legítimas como se quiera, pero interpretaciones y valoraciones al fin y al cabo.
Téngase en cuenta que en titulares de esta condición, una vez detectada que la interpretación es explícita, habrá que prestar atención al elemento interpretado por si se trata de una información de naturaleza digamos objetiva o de una información que disimula o esconde su condición de interpretación implícita. En el título citado en el párrafo anterior, por ejemplo, es indiscutible que el elemento que se interpreta, ‘la mayoría conservadora del Poder Judicial ningunea a Garzón’, es a su vez una interpretación implícita que además contiene una designación significativa, y ambos recursos (AIS y DS) deberán ser legitimados, argumentados, por la información. En este sentido, el periodista destaca ya en el mismo subtítulo que un informe elaborado por la comisión de calificación del CGPJ que resume los méritos de los tres candidatos a presidir la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, “dedica tres párrafos a su currículo [de Garzón] y seis folios al de Bermúdez”, que es el dato fundamental de esa AIS del título, ‘ningunea a Garzón’; asimismo, el primer párrafo de la información justifica la designación “la mayoría conservadora” del CGPJ al aclarar que son “vocales elegidos por el PP”. Por lo tanto, no es lo mismo un título como Golpe a la dirección de ETA con la detención de Urrusolo (El País, 18-01-97), que expresa abiertamente una determinada lectura de un hecho digamos objetivo, la detención de ese sujeto, que como hecho no admite interpretación, o es cierto o es falso, que un título como Berlusconi celebra sus 10 años en política con una crítica feroz a los jueces ( El País, 25-01-04), donde el hecho que se interpreta en sí mismo ya es una interpretación o valoración implícita del hecho de referencia, el discurso que hizo Berlusconi ante los asistentes a la fiesta del X aniversario de Forza Italia, presidida por una monumental AIS de cartón piedra que rezaba así: “10 ANNI DI BATTAGLIE PER LA LIBERTÀ”. Una falla digna del mismo Zaplana.
En resumidas cuentas, esto que algunos, cándidos, cortos de luces o cínicos, llaman los hechos o la realidad o incluso la verdad, es un material tan dúctil y tan elástico, tan pastoso, que se adapta sin mayor problema al punto de vista y la ambición de cualquiera, por bastarda que sea, de modo que si uno no es tonto de remate, al informar hará decir a la realidad lo que le interesa que diga, y le hará callar lo que no le conviene que se sepa, y por si esto fuera poco, y a poco que espabile, el aspirante a granuja aprenderá a engañar sin necesidad de mentir, a usar datos ciertos, indiscutibles, objetivos dirán ellos, para burlar y timar al lector de buena fe, si es que esa especie existe. Cuando uno observa los titulares, por poner un ejemplo sencillo y no especialmente canalla, que la prensa dedicó al resultado del referéndum sobre el nuevo estatuto de Cataluña (18-06-06), y se acuerda de tanta cháchara solemne sobre objetividad y honestidad, uno sospecha que en el periodismo hay un montón de charlatanes y fulleros. Vean, si no, y comparen: Sí inapelable (La Vanguardia), Sí’ rotundo de media Catalunya (El Periódico), Cataluña da un ‘sí’ masivo al Estatuto con una participación que roza el 50% (El País), Sólo uno de cada tres catalanes apoya en las urnas el Estatuto del Tinell (ABC), La mayoría de los catalanes da la espalda al estatut de Zapatero (La Razón), La mayoría de los catalanes da la espalda al Estatut que les define como ‘nación’ (El Mundo).
Pondré otro ejemplo de información pendular. En la furibunda pero patriótica campaña que el PP lanzó contra ese estatuto, su presidente, Mariano Rajoy El Plasma, fue abucheado de forma espontánea y general en el mercado de Collblanc, en L’Hospitalet, y luego blanco de una manifestación con algún pelotazo de huevos en Granollers. Tras esos incidentes, los populares pusieron el grito en su segunda residencia, que es el cielo, como es su costumbre, y todos los partidos catalanes, abrumados, se pronunciaron al respecto. Pues bien, esto es lo que dijo la prensa de Madrid: según unos, los políticos catalanes justificaron esos actos, y según otro, los condenaron. Digo actos porque según unos se trataba de agresiones, ataques, campaña de exclusión e incluso espiral violenta, y según el otro se trataba sólo de abucheos y boicoteos. Ya lo dije, ni el chicle: Los políticos catalanes justifican las agresiones contra el PP (La Razón, portada, 14-06-06), El nacionalismo catalán justifica la espiral violenta que sufre el PP (El Mundo, portada, 14-06-06), Socialistas y nacionalistas justifican la campaña de exclusión y ataques al PP (ABC, portada, 14-06-06), Todos los partidos condenan los boicoteos al PP, pero le exigen que deje de provocar (El País, sección Cataluña, p. 36, 14-06-06). Visto lo visto, uno llega al convencimiento de que es la información y no la opinión el género que puede llegar a ser pantanoso y traidor, donde a veces todo vale y no pasa nada, porque leyes y jueces se hacen los sordos, siempre que no esté en juego la madre patria, que no es una madre cualquiera, donde no te puedes fiar de casi nadie ni de casi nada, ni siquiera de los datos ciertos, y mucho menos de todos los santos y villanos del periodismo que vomitan la bilis y el veneno de ese pequeño canalla con bigote que habita en sus entrañas.
Termino. En su emotiva columna de homenaje a la periodista rusa Anna Politkóvskaya, ejecutada porqué no dudó “en acercarse al plato del mastín [es decir, en airear los trapos más sucios de Putin], jugándose el pellejo, con el único propósito de servir a la dignidad humana”, Manuel Vicent describe con acierto goyesco esa mascarada en la que algunos, que no son pocos, están convirtiendo el periodismo:
“Son innumerables los idiotas y truhanes que andan metidos en este oficio, en el que se hace patente […] la diferencia insondable que existe entre el poder de los medios de comunicación y la debilidad de pensamiento o las bajas pasiones que lo sirven. La charlatanería, la maledicencia y la estupidez cubren hoy el planeta a caballo de las más refinadas conquistas de la técnica. Aquel tonto, que era feliz con un lápiz, hoy puede haberse convertido en un descerebrado con un micrófono en la boca dedicado a lanzar insultos al prójimo, que a través del universo pueden llegar hasta los pies del Altísimo, el cual se queda tan ancho; o en un ambicioso cuyos delirios de grandeza se convierten cada mañana en titulares espasmódicos […]. “[…] Esta profesión seguirá podrida por la base mientras estos héroes y tantos periodistas insobornables deban compartirla con una caterva de idiotas y pequeños canallas”. (El País, 15-10-06).
En el inventario de Manuel Vicent, quizá se echen en falta algunas especies, esos ejecutivos trajeados, que miran con soberbia y hablan con desprecio, crecidos por el cargo, por ejemplo, o esos chupatintas resentidos y chivatos, pero sobre todo echo en falta medio párrafo de bronca a la audiencia. Porque toda esa podredumbre del periodismo, no es sólo culpa de esa cuadrilla de buitres y ratas, sino también de esa turba que les jalea con entusiasmo, que se recrea con sus insultos, sus odios y sus soflamas. O sea, que a esa caterva de idiotas y pequeños canallas de la letra impresa o el micrófono de guerra le corresponde, como es natural, una muchedumbre mucho mayor de cretinos y papanatas. El general murió, es cierto, pero quedan sus gusanos y sus cucarachas.
[1] Por cierto, no sé si tiene relación con el cinismo, pero me viene a la memoria una entrevista que no puedo dejar de señalar al lector. Apareció el 12 de octubre de 2006 (fecha gloriosa como todo el mundo sabe) en el número 515 de Alfa y Omega, que edita el Arzobispado de Madrid, y que Abc predica encantado y encartado entre sus páginas para gozo y alegría de sus lectores. En ese semanario católico de información (pp. 18-19), Alfa y Omega entrevistan a don Alfonso Coronel de Palma, Presidente Ejecutivo de la cadena COPE. Don Coronel aprovecha la ocasión para recordar que cualquier medio de comunicación, sea católico o no, y la COPE por descontado, “debe estar al servicio de la verdad”, con sólo dos límites, “la dignidad de las personas −y el haz de derechos que surgen de esa dignidad− y el bien común”, dos cosas que la COPE respeta de pe a pe, pepé. Y cuando Omega le pregunta, curiosa demanda, que “por qué hay tanta crispación y tanta intolerancia en nuestra sociedad”, don Coronel, que preside una emisora que, como todo dios sabe, nunca ha sido tribuna de la crispación, ni de la intolerancia, ni del rencor y mucho menos del odio, sino todo lo contrario, coge el micro del sermón y, en nombre de los santos y los obispos, dice que “si queremos avanzar hacia una sociedad profunda y auténticamente democrática, debemos aceptar la necesidad de aceptar al otro [aunque sea catalán, pongo por ejemplo], aprender a entablar un diálogo fecundo, desde el respeto absoluto, no desde la descalificación. Me apena mucho que, en España, zanjemos tan a menudo los debates con el recurso al insulto, en lugar de aportar razones”. Sobra decir que la COPE predica con el ejemplo. Y repito, que nadie vea ni pizca de cinismo en las palabras de este coronel de Cristo que es don Alfonso, un iluminado.
[2] Para poder hablar de cuñado en propiedad, ¿bastaría con ser pareja de hecho o deberían estar casados? ¿Casados por la civil o también por la iglesia? Incluso aquellas cosas que parecen objetivas, que o son ciertas o no lo son, fácilmente entran en crisis y se contagian de un cierto relativismo.