HERRAMIENTAS PARA EL ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN Y LA OPINIÓN

Mediante el escrutinio de una serie de parámetros cuyo concepto y sentido expongo se puede analizar la información de cualquier medio sobre cualquier conflicto y desvelar su política informativa

Diseñé las herramientas a petición de un centro de investigación de la URL, a quien la Generalitat encargó un informe sobre el tratamiento de la política catalana en medios catalanes, españoles e internacionales

En su informe de más de 200 páginas anodinas, Digilab oculta quien creó y diseñó esas herramientas de análisis de la información y la opinión que, además, desperdiciaron

 

      0. La usurpación de mi Propiedad Intelectual

A mediados de noviembre de 2012, la Generalitat de Catalunya encargó al grupo Digilab de la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) un informe sobre el tratamiento informativo de la política catalana en un centenar de medios: catalanes (24), españoles (28) e internacionales (52). El informe debía analizar tanto la información como la opinión publicada desde el 10 de septiembre de 2012, víspera de la manifestación promovida por la ANC con el lema “Catalunya, nou Estat d’Europa”, que convocó a millón y medio de personas en Barcelona, hasta el 30 de noviembre, cinco días después de las elecciones al Parlament de Catalunya, en las que CiU sufrió una aparatosa caída (pasó de 62 a 50 diputados), mientras que ERC dobló sus resultados (de 10 a 21 diputados); a fin de cuentas, con estos resultados Artur Mas fue reelegido president de la Generalitat.

Casi a medianoche del 6 de noviembre, a través de un email, el director del Digilab me proponía una reunión de urgencia porque les habían encargado una investigación de gran envergadura y, me decía, “he pensado que uno de los investigadores que podrían colaborar con nosotros serías tu”. Me extrañó la propuesta, básicamente porque a mí esa gente me ignoraban, y a veces algo más. Nos reunimos al día siguiente por la tarde, y me explicó la cuestión: que la Generalitat les había encargado un análisis de la información y la opinión publicadas sobre política catalana, de septiembre a noviembre de 2012, en todo tipo de medios —prensa, internet, radio, televisión— catalanes, españoles e internacionales, y que si yo sería capaz de diseñar y elaborar las herramientas para ese análisis. Entonces entendí: recurría a mí porque no tenían a nadie más a quien recurrir, de mala gana. Sé que nunca fui profesor de su agrado, aunque reconozco que la antipatía era mutua y mal disimulada. Le dije que sí, que lo haría. Me dio cuatro días, que las necesitaban para ya. El lunes siguiente le mandaba las herramientas diseñadas: dos para prensa escrita (información y opinión), otra para prensa digital, una para radio y otra para televisión. También redacté diversos documentos de ayuda para la docena larga de colaboradores: unos para definir y aclarar conceptos, y otros para explicar los criterios de análisis. Redacté, además, un texto en el que razonaba la validez del método y la fiabilidad de los resultados. Me ofrecí también para asesorar y resolver dudas a los encargados del colosal escrutinio de medios, pero con su desdén habitual el director de Digilab rechazó mi oferta y, de hecho, (se) me mantuvo al margen del estudio para siempre jamás. Si yo había creado los instrumentos de análisis, lo normal, creo yo, habría sido estar en el equipo para resolver dudas durante el registro de datos y, luego, colaborar en la interpretación y cruce de los resultados y la elaboración de las conclusiones. Me apartaron sin más.

Hasta tal punto me dejaron a un lado, que casi un año después tuve que pedir a su segundo reseña y copia del informe para que, llegado el caso, pudiera añadir la referencia a mi flaco currículum. El informe tenía dos volúmenes: 1. El tractament periodístic de la política catalana als mitjans nacionals, espanyols i internacionals. De la Diada de 2012 a les Eleccions al Parlament; 2. Estudi qualitatiu del pluralisme i de l’equilibri en la cobertura mediàtica de la política nacional. Apenas lo abrí, me irritó la leyenda destacada en la página 2, que en cuatro líneas anunciaba que ese informe había sido elaborado por el grupo de investigación Digilab, bajo la dirección del director, quién si no, la codirección técnica de su segundo y la participación de quince pelagatos, dispuestos no se sabe en qué orden, donde yo ocupaba el número 11. En la contraportada de cada volumen, se detallaba de nuevo todo el equipo, en el mismo orden, en columna, pero los dos primeros, mandamás y mandamenos, con cuerpo de letra más grande que el resto, como en los carteles de teatro de la época de primeras actrices y galanes.

En ninguna de las más de 200 páginas, ni una palabra de quién era el autor de las herramientas de análisis: me cabreó el desprecio a mi trabajo y la flagrante usurpación de mi propiedad intelectual. La expropiación definitiva de mi poco o mucho talento por parte de ese tipo soberbio, desdeñoso, experto en fabricar libritos de medio pelo, artículos de refrito y currículums de gallipavo, se hace evidente en el segundo volumen del informe, cuando el director del tinglado aprovecha las normas de la notación bibliográfica para apropiarse de todo el botín: MICÓ, J. L. et al. (2012), dice la cita en la que él mismo se cita sin rubor alguno.

Ahora, con años de retraso, expongo y explico esos instrumentos que diseñé para el análisis de la información y la opinión, quizás puedan interesar a alguien. En su momento, muy mosqueado, no leí ese informe, y menos mal, porque ahora que he hojeado el sinfín de gráficos y he leído sus conclusiones… ¡Uf, qué chasco! ¡Qué manera de desperdiciar mis herramientas! Luego (capítulos 3.1 y 7.1) repaso las asombrosas carencias y los errores del malogrado informe.  

     1. El caso y el método

Relatado el atropello y reclamada mi laboriosa y silenciada paternidad, paso a exponer y explicar con detalle esas herramientas para analizar la información. En la base de todas ellas hay unos mismos conceptos que se adaptan al género (información, opinión) y al medio (prensa escrita, digital, radio, televisión). En cada caso, se trata de recoger de forma sistemática tanto los datos objetivos (si la información aparece en portada o en sumario, si abre sección, número de columnas, etc.) como los interpretativos (si el titular es referencial o valorativo, si la acción que se predica del sujeto es positiva o negativa, etc.). Todos esos datos obtenidos y convenientemente relacionados, cruzados y comparados deberían poner al descubierto la política informativa de un centenar de medios ante el estallido mediático, político y social de eso que pronto llamaron procés sobiranista o directamente procés. Pero el método y las herramientas que ideé sirven para analizar el trato informativo de cualquier medio ante cualquier polémica social y política: eutanasia, vientres de alquiler, pandemia, migración, aborto…

Por ejemplo, dirigí el TFG de un alumno, J. I. García Flores —https://ddd.uab.cat/record/169372?ln=ca—, que adaptó de modo excelente esa misma herramienta para el análisis de la política informativa ante el conflicto árabe-israelí de cuatro diarios —El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia—, a lo largo del siglo XXI, mediante la investigación de las noticias publicadas durante tres episodios especialmente violentos: la II Intifada en el año 2000, la Operación Plomo Fundido a principios de 2009 y la Operación Margen Protector en 2014.

En el caso de los géneros de opinión explícita (editorial, columnas, etc.) resulta muy fácil, por evidente, la adscripción de un texto a favor o en contra de alguno de los actores en conflicto, hasta el punto que, a menudo, el solo título ya es una declaración de intenciones. En cambio, en el territorio de la información las cosas no son tan claras, ni transparentes, translúcidas a veces, opacas en muchos casos, tramposas también. En buena parte, toda esta confusión procede de la estupidez objetivista, ese cuento de que los hechos son los hechos, porque se da por hecho, valga la redundancia, que en la información no hay opinión, cuando de hecho, insisto en la muletilla, la hay, mucha y de la peor: la que se escuda y se esconde en datos objetivos, la que no da la cara, la que no se dice abiertamente pero se da claramente a entender. Si tanta aversión tienen los trogloditas del objetivismo a la opinión explícita —ya me dirán dónde está el problema: o los argumentos son convincentes o, si no lo son, o el lector es idiota, o es que ya le está bien, porque le conviene — mucho más debería alarmarles la opinión implícita que se disfraza de candorosa información. Es a través de la información —verdadera yegua de Troya— donde se gestionan y se despachan con disimulo y alevosía los principios no siempre honestos y los intereses a veces ocultos de la política informativa de un medio cualquiera.

      2. El análisis de la prensa escrita

Por eso voy a centrarme en exponer y explicar los conceptos y el sentido de la herramienta que diseñé para el análisis de la información en prensa escrita, y que a fin de cuentas es la base del análisis de la información en cualquier otro medio. Dado que el Excel que dispuse en horizontal es bastante ancho y no hay manera de reproducirlo entero sin que resulte ilegible, he troceado la sábana en cinco partes que, sin más rodeos, paso a presentar.

 

En este primer tramo vamos a consignar sobre todo datos cuantificables del texto y de la imagen, y también datos valorativos de esta. En primer lugar reflejaremos la jerarquía y el espacio que ocupa la información analizada: si aparece en portada, si abre sección o una página, el número de columnas que ocupa, el total de páginas que dedica el periódico a esa noticia, y el género de esa información. En función de lo que buscamos y de la magnitud de la muestra de análisis, podemos segmentar el espacio en más o menos categorías: creo que con cuatro bastaría: ≥ 75%, 50/74%, 25/49%, ≤ 24%. Podrían ser cinco, desdoblando por ejemplo la cuarta: 11/24%, ≤10%. Estas categorías de espacio nos servirían tanto para la columna de portada como de sección y de página; igualmente, la referencia de cuartos de página nos puede servir para la columna total de páginas: 0,25; 0,50; 0,75; 1; 1,25, 1,50… Dependerá del dominio que tengamos del Excel o de la envergadura del análisis, podremos registrar directamente en cada columna eso datos en %, o bien codificar cada categoría, y así por ejemplo ≤24% podría ser 1; 25/49% seria 2; etcétera. En la columna género vamos a consignar la clase de texto informativo de que se trata: noticia, crónica, reportaje, entrevista y, además, sugiero, para reflejar el valor añadido de las piezas pequeñas que aparecen en portada, recogería las noticias que aparecen en sumario y los rataplanes, las piezas cortas de portada que terminan con un llamado a la pieza de continuación o ampliación del interior. Igual que hemos hecho con las categorías de espacio, en esta columna podemos expresar el género con su nombre (lo que supondrá un trabajo de análisis manual) o mediante un código numérico: 1 noticia; 2 crónica, 3 reportaje, etcétera.

Las cuatro últimas columnas las dedico a las imágenes que pueden acompañar al texto, en portada o en el interior: dos columnas para el tamaño de la foto y otras dos para expresar una valoración significativa de la política informativa de ese medio sobre el asunto objeto de análisis. En cuanto al tamaño de la foto, me parece que lo más representativo es anotar el número de columnas que ocupa. Con respecto a su valoración, lo más razonable sería establecer pocas categorías que nos permitan una síntesis clara y rápida de su sentido ideológico. En la medida que se trata de una valoración, está claro que estará sujeta a la interpretación del analista, pero eso no significa que tal valoración no sea razonable, con fundamento, y en ningún caso arbitraria, gratuita o interesada. En un asunto controvertido como el que debía examinar Digilab, parece claro que había dos posiciones claramente antagónicas, como en cualquier conflicto, que dan lugar a cuatro categorías básicas (a favor de a o b; en contra de a o b) aunque pudiera haber alguna posición intermedia.

Por ejemplo, en ese TFG antes citado sobre el conflicto árabe-israelí, su autor limitó de hecho a dos las categorías significativas de imágenes: si mostraban a víctimas (palestinas o israelíes, fueran muertos, heridos o atacados) o si reflejaban agresiones de unos o de otros, ya fueran pedradas, cohetes o tanques. Y en caso de duda, no se tendrían en cuenta o se considerarían no marcadas. Claro que se podrían hacer subgrupos de víctimas y de agresiones, porque no es los mismo un herido que medio barrio arrasado, y no es lo mismo un grupo de jóvenes tirando piedras que una formación de tanques bombardeando al tuntún. Pero el recuento según esas dos categorías básicas —víctimas, agresores— del número de imágenes publicadas por un medio nos permiten determinar de manera razonable cuál es su posición y su política informativa del conflicto.

Respecto del asunto del procés, pues igual: los antagonistas básicos de la querella son dos, los independentistas o soberanistas por un lado, y los españolistas por el otro, lo que no quita que pueda haber posiciones intermedias, o equidistantes, como tanto les gusta decir a los que están contra el independentismo pero no quieren declararse abiertamente españolistas. Creo que ya me entienden. O sea, que tendríamos igual cuatro grupos de imágenes —a favor o en contra de unos o de otros—, y si se quiere se puede añadir un grupo para posiciones digamos federalistas, que no están a favor o están más o menos en contra de los otros dos. Como en las otras reseñas, asignamos un número a cada valoración: 1 españolista, 2 independentista, etcétera. Para evitar errores y objeciones, debemos ser escrupulosos y solo anotar aquellas imágenes que están claramente marcadas en un sentido u otro: si la fotografía muestra, pongo por caso, a un grupo de encapuchados quemando una bandera española grande y libre, dios no lo quiera, es evidente que no se trata de un medio proindependentista, ¿verdad? Pues eso.

     3. Los titulares de la información

En este segundo tramo, vamos a comenzar a desmenuzar el contenido de los titulares, que es donde más fácilmente se puede apreciar la política (des)informativa e incluso el juego sucio de cualquier medio porque que es donde se condensa la información y cuajan la interpretación y opinión implícitas. Voy a distinguir dos grandes grupos de titulares, los referenciales y los valorativos. En la medida en que no hay o no hay apenas interpretación, los referenciales son de naturaleza ‘objetiva’, es decir, que o son ciertos (verdad que dicen los objetivistas y los zopencos) o son erróneos o falsos. Claro que esto habría que matizarlo: les remito para ello al capítulo 17 de Las Trampas del Periodismo que hallarán en esta misma web. Para entendernos, los titulares referenciales son aquellos en los que la periodista se ‘limita’ a destacar que alguien ha dicho no sé qué o ha hecho algo que no es una interpretación sino algo digamos literal. Títulos como los siguientes:

Aguirre: “La Cataluña independiente sería una república bananera

Rajoy avisa a Mas de que “se está equivocando y mucho”

Margallo acusa a Mas de querer dar “un golpe de Estado jurídico”

 

son ejemplos claros de titulares referenciales. En fin, que no es lo mismo informar de que El Parlament aprueba la Ley de Transitoriedad Jurídica (referencial) que considerar que El Parlament consuma su desafío a España (valorativo), que es la interpretación de ese acto que propone la periodista de acuerdo con su capacidad, principios, ideología, etc. Cuando digo que no es lo mismo, no hablo para nada de su mayor o menor legitimidad informativa (hay titulares totalmente objetivos, en el sentido de ciertos, que son pérfidos, obscenos), sencillamente señalo que con un titular valorativo la periodista propone, aunque la afirma, su interpretación y valoración de la información de referencia. De hecho, esos dos ejemplos conformaban un único titular, de naturaleza doble, de la noticia que en su día publicó La Vanguardia: El Parlament consuma el desafío y aprueba la Ley de Transitoriedad (08/09/2017).

 

      3.1 Análisis de los titulares informativos referenciales 

 

En el caso de los titulares referenciales, vamos a determinar el sujeto agente de la acción (Aguirre, Rajoy y Margallo en los tres ejemplos de antes) y vamos a registrar si lo que se predica del sujeto paciente es positivo o negativo: Cataluña y Mas por partida doble son objeto de un predicado negativo en esos tres ejemplos. Por lo tanto, tras indicar en la primera columna que el titular es referencial (1, por ejemplo), marcaríamos quién es el sujeto agente (Rajoy y Margallo irían en la misma columna: Gobierno), y doña Esperanza la podríamos aparcar en la columna de Partido, o incluso en la de Estado, o en Otros. A efectos del informe que se pretendía entonces, lo importante era ver a quién daba voz o a quién silenciaba cada medio, por eso, más allá de quién era en concreto el sujeto agente, lo primordial era situarlo en uno u otro bando para su recuento. Quiero decir que no tiene mucho sentido alargar la lista de sujetos agentes (ni tampoco de los sujetos pacientes) hasta el delirio: los mandamases de Digilab ampliaron la lista hasta 45, una locura, y un suplicio para los encargados de recoger datos que, además, no conduce a nada, porque si no creas la categoría antes, las tendrás que inventar luego.

De hecho, los mismos lumbreras que modificaron sin ton ni son mis herramientas, liquidaron definitivamente su capacidad de análisis porque:

—Tanto en los gráficos como en las conclusiones, no sabemos qué datos proceden de titulares referenciales ni cuáles de títulos valorativos, desdibujados ambos en un totum revolutum sin sentido.

—Las conclusiones son mayormente cuantitativas, poco o nada significativas, y no nos dicen si lo que se predica de cada sujeto paciente de los titulares referenciales es algo positivo o negativo, ni tampoco nos dicen si la acción que se atribuye a cada sujeto agente de los titulares valorativos, es positiva o negativa. Y si no sabemos esto resulta imposible discernir la política informativa de un medio cualquiera.

—No sabemos tampoco quién dice qué, ni siquiera en conjunto. Es decir, que en las conclusiones referentes a los medios españoles o a los catalanes, no se colige ni tan siquiera de manera global qué porcentaje de esos predicados son positivos o negativos para cada uno de los sujetos pacientes (objetos, dicen ellos). Por ejemplo, en el capítulo sobre prensa española se concluye que el president de la Generalitat de entonces, Artur Mas, aparece un 9,28% de veces como sujeto de los titulares informativos, sin especificar a qué tipo de titular se refieren, y un 37,1% de veces como objeto (¿Sujeto paciente, quizás?), pero no se dice nada sobre si lo que se predica o se atribuye a ese sujeto es positivo o negativo, si lo consideran un profeta, un estadista, un loco o un criminal.

Debajo muestro los diagramas del informe a los que me refiero, donde solo se registran, en porcentaje, las veces que aparecen los diversos sujetos (sujetos agentes, supongo) y objetos (sujetos pacientes supongo) en el conjunto de medios españoles: muchos datos mudos.

 

—Como se puede observar en los dos gráficos anteriores (75 y 77), el informe de Digilab se limita a recoger el número de veces que un político, partido o lo que sea aparece en un conjunto de medios (catalanes, españoles o internacionales), sin saber siquiera si les critican, si les descalifican, si les palmean, si les jalean, si…, nada, solo se concluye, y de manera global, que salen en los medios.

—Y aún peor, porqué en vez de determinar qué medio dice qué y sobre quién, se aporta un gráfico que, de manera indiscriminada —no sabemos a qué medio ni a qué sujeto agente o paciente se refiere— resume para el conjunto de medios españoles o catalanes qué porcentaje de todo ese revoltijo de títulos informativos son positivos o negativos o neutros. Pero, ¿positivos o negativos para quién? Pues vaya usted a saber.

En fin, vaya pérdida de tiempo y vaya mutilación de mi herramienta de análisis, que si para algo servía era justo para eso que no quisieron que sirviera: desvelar la política informativa de cada medio en ese asunto. ¿No quisieron entender? ¿O no entendieron?

Bien, volvamos a donde estábamos ¿Cómo resolver, pues, las columnas de sujetos agentes y pacientes? Yo propuse seis, que me parecen más que suficientes. En la primera, anotamos cualquier sujeto que pertenezca al Gobierno en sentido lato, incluso más allá de los ministros: secretarios, por ejemplo. En la segunda, lo mismo, pero del gobierno de la Generalitat. En la tercera columna, o bien escogemos media docena de partidos, los más significativos en relación al objeto de análisis (PSOE, PP, ERC, CiU, PSC, Cs…), o bien les asignamos una categoría significativa (Españolista, Independentista, etcétera). En las dos columnas siguientes (Estado, Cataluña, pero también podríamos poner directamente Españolista y Soberanista), registramos las voces que no son ni gobierno ni partido y que en este asunto son antagónicas: judicatura y fiscalía, por ejemplo, en un caso, y ANC y Òmnium Cultural, en el otro. En la última columna, de la cuál podríamos prescindir, recogeríamos los casos que no tienen cabida en las otras columnas, y lo mismo que hemos dicho para la columna Partidos, valdría para esta: o anotamos los diversos nombres de personas físicas, jurídicas, asociaciones, o directamente en cada caso les asignamos uno de los valores establecidos de antemano: Españolistas, Independentistas, etcétera. Además, a medida que avancemos en la recogida de datos, veremos si tiene algún sentido mantener esa columna ‘Otros’ o si hace falta crear una nueva columna.

En cualquier caso, ante todo deberemos acotar y razonar todas esas categorías que asignamos a los diversos sujetos agentes y pacientes de la información y justificar por qué imputamos una u otra a cada quién.

 

    3.2 Análisis de los titulares informativos valorativos

Lo mismo que en la vida, el periodismo debe interpretar los datos de la actualidad para dar un sentido contextual razonable a todo lo que ocurre, debe hacer hablar —¿Qué significa?— a eso que con mucha alegría los objetivistas de buen corazón y menos cerebro llaman hechos, que de hecho no son una realidad material externa, independiente, objetiva, ajena a nosotros, sino nuestra particular percepción del mundo, nuestra interpretación más o menos acertada, más o menos honesta, de los datos objetivos. Un titular valorativo no es más ni menos que esto, la interpretación —implícita, porque no se propone como tal, sino que se afirma— de la actualidad de referencia. Como sucede en la vida, esa interpretación de lo que ocurre en el mundo dependerá de nuestra competencia contextual, de nuestros principios, de nuestros intereses y de nuestra decencia: algunos solo oyen lo que quieren escuchar y solo ven lo que quieren ver. Si escribo que ‘Sánchez paraliza la reforma del CGPJ’, es un titular referencial, no hay interpretación, o es cierto o no, o la paraliza o no. En cambio, si teniendo en cuenta el contexto en el que Sánchez paraliza esa reforma, yo afirmo que ‘Sánchez cede a las amenazas del PP de llevar la reforma del CGPJ a Europa’, o que ‘Sánchez recula y tiende la mano al PP para renovar el CGPJ’, eso son interpretaciones. Titulares como Los empresarios fuerzan a Mas a bajar el tono soberanista, Plantón a Mas en su viaje a Bruselas, Rebelión civil contra la ofensiva soberanista de Mas, que fueron objeto de escrutinio de ese informe, son todos ellos valorativos, interpretaciones más o menos fundamentadas de la periodista. Es sobre todo en este tipo de titulares, en los que la periodista interpreta desde su punto de vista lo que acontece en el mundo, donde se pone de manifiesto la política informativa de cualquier medio, su manera de ver o querer ver el asunto.

En el caso de estos titulares, bastaría con determinar si la acción que la periodista atribuye al sujeto agente es positiva, buena, o negativa, dañina. Mas eleva el tono de su delirio soberanista, o bien, Rajoy y Sánchez hacen frente común ante el desafío secesionista, son dos ejemplos claros de titulares valorativos: en el primero, se atribuye a Mas (sujeto agente) una acción negativa, mientras que en el segundo se plantea como algo positivo el frente común de Rajoy y Sánchez. Con este simple dictamen del carácter positivo o negativo de la acción que se atribuye a los adversarios quedaría bien reflejado el sentido del titular en cuestión.

Podemos, sin embargo, extender nuestro análisis a fin de sustanciar otros valores alternativos, sobre todo en los casos en los que los antagonistas principales no aparecen como sujeto agente sino paciente. Si ese sujeto paciente es objeto de una reacción crítica, de rechazo, de contestación, lo señalaremos como un sujeto negativo más allá de si consideramos relevante registrar el carácter de la acción que se atribuye al sujeto agente. Por ejemplo, si el titular valorativo afirma que Los empresarios fuerzan a Mas a bajar el tono soberanista, pues en vez de anotar en la columna ‘Otros’ el sentido positivo de la acción de los indeterminados empresarios, quizá resulte mucho más significativo registrar el carácter negativo de Mas como sujeto paciente. Lo mismo ocurre en Rebelión civil contra la ofensiva soberanista de Mas: la indeterminada contestación civil señala de nuevo a Mas como sujeto paciente negativo, y así lo indicaríamos. Otro ejemplo: Plantón a Mas en su viaje a Bruselas, es decir, que Bruselas, apelativo de instituciones europeas, planta a Mas y, por lo tanto, como objeto de ese rechazo, apuntaríamos a Mas ese carácter de sujeto paciente negativo.

Finalmente, quizá rizando el rizo, podríamos anotar de modo complementario las ocasiones en que los antagonistas son designados de una manera claramente negativa, despectiva, descalificativa. Llamar a una opción o acción política ‘delirio soberanista’, ‘desafío secesionista’, o llamar ‘cachorros independentistas’ a unos manifestantes, serían claros ejemplos de eso que llamo Designaciones Significativas (Véase capítulo 17.4 de Las Trampas del Periodismo), en este caso negativas. Para reflejar las DS negativas, dispongo solo un par de columnas —Españolista, Soberanista— por la sencilla razón de que estos apelativos peyorativos se centrarán en los sujetos abiertamente antagonistas.

 

    3.4. Información implícita en los titulares informativos

Una información implícita es la que no se dice abiertamente pero se da a entender. Para poner un ejemplo diáfano de contexto verbal, recupero un clásico repugnante de esa cosa infame llamada El Mundo, cuyo título decía: Un niño, grave tras tragarse la tapa de un bolígrafo; y el antetítulo, como quien no quiere la cosa, y en mayúsculas, informaba de que ESTABA EN CLASE DE CATALÁN. Al cabo de dos días, el niño murió. Por culpa del catalán, claro, que como todo el mundo sabe es mortal. Un ejemplo de contexto visual: cuando el último rey borbón, Felipe VI, pronunció su fraternal arenga sobre el 1-O con su semblante avinagrado, lo hizo sentado delante de un conocido cuadro de Mengs, el retrato de Carlos III, del que no se veía su cara de paleto, pero sí su mano empuñando el garrote de ordeno y mando. Por si no quedaban claras las amenazas del hijo del emérito de las black y las comisiones millonarias, ahí estaba la porra del borbón para jalear el ¡A por ellos!

Por poner otro ejemplo, cuando en julio de 2010 Cataluña prohibió las corridas (de toros, me refiero), El Mundo se puso el Parlament por montera, y le dedicó la portada a la fiesta: sobre un titular que a secas podía llevar a engaño, Triunfaron los animales, aparecía una imagen a cuatro columnas del presidente y vicepresidente de la Generalitat, risueños, que deshacía cualquier equívoco y desvelaba el sarcasmo previsible del título.

 

Para poner de manifiesto cómo los contextos desencadenan implícitos, bastará un ejemplo cuya estructura es recurrente en la información, asociar una noticia de actualidad con otro asunto que, sin decirlo, se propone como clave de interpretación: Mas promete una consulta ilegal y los mercados vuelven a castigar a España, es decir, que la culpa del castigo a España es ni más ni menos de Mas, así de fácil.

      4. Las primeras conclusiones

 

Ahora ya estaríamos en condiciones de destilar las primeras conclusiones generales de toda esa muestra de textos informativos: con los datos registrados, podemos asignar cada titular analizado a una de estas columnas de valoración; en caso de duda, lo anotamos en No marcado. Alguien podría objetar que esta parte conclusiva resulta en exceso subjetiva, depende de la interpretación del analista, y por tanto de sus puntos de vista, y está sujeta a error. Bueno, que es subjetiva es evidente, pero que sea subjetiva, obra de un sujeto, que es algo inevitable, no significa como pregonan los objetivistas que sea arbitraria o gratuita, ni siquiera interesada, sino razonable, fundamentada con todos los datos consignados en cada tramo del análisis. Claro que puede surgir algún caso discutible, y eso podría ser problema en una muestra pequeña, pero en un informe de envergadura como este, donde se recogen centenares de ejemplos, ese problema queda bien neutralizado. Y aún una segunda razón: en casos como este, de conflicto agudo y controversia vehemente, los medios nunca son neutrales —sobre todo porque no se puede ser neutral —, pueden disimular más o menos, eso sí, pero en general no se andan con chiquitas ni medias tintas. A fin de cuentas, esto se manifiesta en los resultados, que casi nunca son confusos, ni tan siquiera ajustados, sino claros, innegables. Veamos, por ejemplo, los resultados que obtuvo el alumno Jesús Ignacio García Flores en su TFG sobre el tratamiento informativo del conflicto árabe-israelí en cuatro diarios españoles:

 

En el gráfico que muestra los resultados del análisis de la información de portada, se advierte que, considerados en conjunto, en los tres episodios objeto de análisis, la posición anti-israelí es claramente dominante en tres de los cuatro periódicos; y excepto en el caso de ABC, que con los años parece que cambia su política informativa, en los otros tres la suma portadas propalestinas y antiisraelíes duplica o triplica la suma de portadas proisraelíes o anti-palestinas. Y los resultados del análisis de las imágenes publicadas en el interior son aún más apabullantes, incluso en ABC: la suma de imágenes de víctimas palestinas y agresiones de Israel triplica o cuadruplica la suma de imágenes de víctimas israelíes y agresiones palestinas.

 

En este punto, dependiendo de los objetivos que se persigan, del detalle que se quiera, podemos ir cruzando datos para obtener resultados cuantitativos —número de noticias, número de portadas, tipo de texto, etc.— y cualitativos: cuántas veces Mas o Rajoy o quien sea son objeto de predicado negativo en títulos referenciales, y de estos cuantos son portada, o abren sección, o…; o cuántas veces se atribuye a Mas o a Rajoy o a otros una acción positiva o negativa, en cuántos titulares los implícitos van en un sentido o en otro, etcétera. Y en conjunto, todos estos datos nos deberían servir para acreditar con claridad y solvencia la política informativa de cada medio sobre la política catalana —léase procés— durante ese trimestre de 2012.

 

     5. Reportajes y entrevistas

En el primer tramo del análisis, registramos el género al que pertenece cada texto informativo, y además de noticias y crónicas, también consideramos tanto reportajes como entrevistas, aunque de momento no hemos dicho nada de su análisis, en parte porque en ese caso se publicaron relativamente pocos reportajes y entrevistas —8,7% entrevistas y 5,4% de reportajes en las más de 1200 informaciones analizadas de siete periódicos catalanes; y 2,2% de entrevistas y 2,6% de reportajes en las 900 informaciones publicadas por siete diarios españoles—, y en parte porque su análisis parece mucho más sencillo.

Para las entrevistas, lo primero sería determinar quién es o qué representa la persona entrevistada, y para ello podemos utilizar las mismas categorías que empleamos en el tramo 3 del análisis; luego deberíamos identificar el tono de la entrevista: si es meramente informativo, o sea, que no se aprecia en la periodista otra intención que la de informar sin elogio y sin reproche, o si se quiere, la entrevista en la que sin tomar partido la periodista busca sobre todo conocer el punto de vista del entrevistado sin entrar polemizar, sin criticar ni rebatir ni enjuiciar nada, por lo menos no abiertamente; opuestas a ese tono, tendríamos entrevistas que son burda propaganda, en que el periodista es un comparsa del entrevistado, al que corea y festeja; y en el polo opuesto, las entrevistas que más parecen un debate o un combate porque la periodista solo busca censurar y desacreditar el punto de vista del entrevistado o al entrevistado mismo. Estos dos datos —a quién se entrevista y con qué intención— permiten dilucidar como valoración final si la entrevista está o juega a favor o en contra de unos o de otros. Téngase en cuenta que, sea el medio que sea, si la entrevista tiene un objetivo claramente informativo nunca podrá considerarse que toma partido por nadie, y en este sentido debemos considerarla neutra o no marcada.

En conflictos enquistados como el que nos ocupa, los medios suelen publicar mucha opinión y pocos reportajes que, además, tienden a ser reportajes de tesis —solo se recogen los datos, declaraciones, ejemplos, informes, que conducen adonde han decidido llegar de antemano, y desestiman lo que podría aguarles la tesis—, y eso ocurre porque en mayor o menor medida, con más o menos parcialidad, acritud y vehemencia, los periódicos se sitúan a un lado u otro del conflicto, y entonces sus titulares dejan de ser meramente temáticos y tienden a tomar partido con más o menos disimulo, hasta el punto que a menudo parecen títulos de textos de opinión. Puede ocurrir, también, que el simple tema escogido sea ya una declaración de intenciones y de intereses. A fin de cuentas, sobre todo en los reportajes publicados por la prensa española y catalana, bastará con leer los titulares para determinar su adscripción ideológica a favor o en contra de los antagonistas. Titulares como Mitos y falsedades del independentismo, Los altos costes de la independencia, Así son los CDR, el monstruo incontrolable de 300 cabezas que vandaliza Cataluña, Las hogueras del independentismo, Los días de la infamia, El golpe de Estado en Cataluña contado por los constitucionalistas, El expolio fiscal de Cataluña, Tres años de ofensiva judicial contra la independencia, Españoles a favor del derecho de autodeterminación de Cataluña, revelan abiertamente su posición en el conflicto. Y si en el titular no hay señales claras en ese sentido, deberemos verificar sobre todo si hay equilibrio en las fuentes, si hay o no signos de parcialidad en el relato, y en caso de duda, siempre lo vamos a considerar como neutro o no marcado.

Si quieren leer un ejemplo de reportaje de tesis, y además fallido, porqué el contenido contradice al título y confirma todos los tópicos, les dejo este enlace:  https://www.gitanos.org/upload/44/31/08poblacion_clasemedia.pdf

 

     6. Análisis de las Fuentes

En un informe como el que supuestamente pretendía Digilab, y digo supuestamente porque los resultados publicados son incompletos e insustanciales, no me parecía necesario hacer un análisis detallado de las fuentes, porque las muestras analizadas —titulares— eran cuantiosas, suficientes para llegar a conclusiones legítimas. De todos modos, elaboré una parrilla específica para el registro y análisis de fuentes, que tiene sobre todo sentido en las crónicas y también en los reportajes. Basta con añadir un tramo más al análisis de contenido que en un primer segmento recogiera el tipo de fuente —podríamos adoptar las categorías de la entrevista—, y a su vez su número y orden en el texto, es decir, si aparece en primer término, en segundo, en tercero…, y así sabríamos cuantas veces aparece esa fuente y su jerarquía en el conjunto de la crónica o reportaje. En tercer lugar, determinaríamos el sentido ideológico del contenido que se atribuye directa o indirectamente a la fuente, y si se quiere antes en una sola columna se podría indicar el tipo de cita, si literal entre comillas, o indirecta, sin comillas, pero me parece un dato secundario. Este análisis se puede extender a todo el texto de cada crónica o reportaje, o si el trabajo resulta inasequible, y si las crónicas son de tamaño parecido, ceñirnos, por ejemplo, al análisis de los tres o cuatro primeros párrafos.

 

       7. Los textos de opinión

Analizar cualquier texto de opinión resulta muy fácil porque el punto de vista de su autor sobre el asunto tratado será por lo general obvio, justamente porque a diferencia de lo que ocurre en la información, donde la opinión es implícita —se oculta, se enmascara, se disimula—, en los llamados géneros de opinión es explícita, manifiesta, a veces se expresa con énfasis, o con vehemencia, y poco o mucho o nada se razona. En ocasiones el título es básicamente temático, indefinido —Catalunya, Elecciones anticipadas, El Constitucional, Referéndum, Democracia—, y entonces habrá que leer el texto para ver qué dice, aunque a veces basta saber quién escribe para anticipar más que adivinar por dónde van los tiros. Si el autor es Vargas Llosa, por ejemplo, o Savater, o Espada, tres grandes del españolismo, pues no hace falta leerlos porque sabemos de sobra cuál es su rollo nacionalista y patriótico. En otros casos, en cambio, el titular de la columna es por si solo un juicio y una conclusión: Terrorismo callejero, Pesadilla en Cataluña, La falacia del independentismo, Hispanofobia, Adiós España, Presos políticos, Suprema injusticia, son ejemplos de títulos que revelan a dónde conduce el texto. A veces, el juicio negativo expresado se limita a descalificar y llega al escarnio o al insulto, y en ese caso marcamos el título con una doble negación. Títulos como A Frankenstein (Mas) se le escapa el monstruo, Pujol ‘El Joven’ y Mas bordean el delírium trémens, editoriales ambos de El Mundo, serían un buen ejemplo. En fin, ya sea por el título, ya sea por el autor, ya sea por el contenido o por todo a la vez, debería resultar sencillo etiquetar cada texto con una u otra de las categorías establecidas.

Así pues, lo primero que determinamos es si el título del texto de opinión es de índole temática, no marcada, o si es valorativo, y en este caso anotamos a qué sujeto afecta el juicio positivo o negativo del titular, lo cuál debería ser suficiente para adjudicar a todo el texto una categoría de la valoración final. Si el título es simplemente temático, entonces deberemos forzosamente leer el texto para determinar esa misma valoración. El mismo análisis que propongo para los títulos valorativos, que expresan un juicio, se podría aplicar también al texto, sobre todo si el titular es meramente temático, pero me parece prolijo, innecesario, por lo menos en este asunto del procés en el que muchos a menudo rotulan con metralla.

En su momento establecí todas estas categorías de análisis, tanto en este Excel como en todos los otros, porque, a priori, me parecían significativas y suficientes para extraer conclusiones legítimas, sustanciosas y detalladas, pero deberíamos estar atentos durante el escrutinio de la muestra para advertir cualquier desajuste que requiriera alguna modificación de las categorías a tener en cuenta.

 

     7.1 El pésimo análisis de la opinión en el informe de Digilab

El análisis de Digilab de la opinión publicada en los treinta días analizados también peca de incompleto, resulta anodino. Primero, no se entiende que, con tantos diagramas, no haya ninguno que refiera la cantidad de textos de opinión registrados en conjunto ni los que ha publicado cada medio, ni mucho menos qué tipo de textos de opinión: editorial, tribuna, columna, etc. Análisis cualitativo aparte, conocer, por ejemplo, cuántos editoriales o columnas dedicó a ese asunto cada periódico analizado parece un dato muy significativo. Debes rebuscar en el resumen de conclusiones para encontrar el número total de textos de opinión publicados por la prensa catalana y española —828 y 643 respectivamente—, pero no se ofrece ninguna información de cuántos publicó cada medio ni qué tipo de texto de opinión publicaron. Los datos sobre los diversos géneros de opinión solo son globales: en la prensa catalana, el 87% eran columnas y el 11% editoriales; en la prensa española, el 63% eran columnas y el 13% editoriales. Pero ni una palabra sobre quién publicó qué.

Si los datos cuantitativos son insuficientes, los cualitativos son irrelevantes, banales. Pero, además, en este apartado del análisis, alguien que no entendió ni papa adulteró mi propuesta de análisis hasta el disparate: mezcló sin ton ni son mi herramienta original de análisis de la opinión con conceptos propios del análisis de los titulares de información, lo que me parece, más allá de una afrenta y una temeridad, un despropósito mayúsculo.

Como se puede comprobar comparando los dos gráficos, primero eliminaron los dos apartados que registran el carácter positivo, negativo o descalificativo del juicio expresado por el título de opinión, y luego los sustituyeron por los conceptos de acción positiva o negativa del título, sujeto (agente) y objeto (sujeto paciente) de la acción, diseñados exclusivamente para el análisis de los titulares informativos valorativos (Véase gráfico 3). Un cambio absurdo (que no me consultaron, claro), ni que solo sea porque la mayoría de los títulos de opinión, sobre todo los de las columnas, son simples sintagmas nominales y no oraciones gramaticales, con lo que los conceptos de sujeto agente y sujeto paciente dejan de tener sentido. Pero aún en los títulos de opinión que son una oración —A Frankenstein (Mas) se le escapó el monstruo—, lo que importa para el análisis es registrar si ese titular expresa un juicio positivo, negativo o descalificativo de alguno de los sujetos considerados, un diagnóstico que resulta evidente. Analizar un título de opinión como si fuera informativo es un sinsentido.

Pero, ¿qué resultados cualitativos ofrece el informe de Digilab en el apartado de Opinión en prensa escrita?

Primero, los porcentajes de títulos temáticos, valorativos o descalificativos de la prensa española o catalana en general, sin detallar cuáles son los porcentajes de cada periódico. ¿Hay algún medio en el que aparezcan más valorativos que en otros? ¿Hay algún medio que acumule los titulares descalificativos o se reparten por un igual? No lo sabemos. O por lo menos no lo dicen.

Segundo, y de acuerdo con la tipología de las acciones de los titulares —categoría propia de los títulos informativos, impertinente para el análisis de los titulares de opinión— el informe expone los porcentajes totales de acciones positivas, negativas o neutras: aún en el supuesto de que estas categorías fueran procedentes serían del todo insuficientes: ¿Cuántas valoraciones positivas o negativas ha publicado cada periódico? ¿Y a qué sujetos atribuyen más acciones positivas o negativas? No lo sabemos.

Tercero, y también con datos porcentuales globales, nos dicen cuáles han sido los cinco principales ‘objetos’ (supongo que quieren decir objeto de juicio) que han aparecido en los titulares de opinión: Pero, ¿Cómo eran valorados esos cinco sujetos principales? Tampoco lo sabemos.

Finalmente, el cuarto dato que ofrece el informe de Digilab, significativo pero que no sé de dónde lo sacan, refiere también en porcentajes la adscripción ideológica de los columnistas, aunque algunos datos no cuadran. Por ejemplo, sobre la prensa catalana en general concluyen que un 59,5% de los columnistas eran soberanistas, un 22% sin identificar, y un 0,8% federalista. ¿Y el 17,7% restante, qué eran? Pues vaya usted a saber. Quisquillas.